Y es que la verdad sea dicha, los evangelios no hablan de reyes ni tampoco mencionan su número, en ningún momento se describen sus ofrendas; Mateo en el nuevo testamento sólo hace referencia a la visita que Jesús recibió por parte de unos Magos que representan a los hombres buscadores de la verdad, que vinieron desde lugar lejano. Da igual si los lugares lejanos son los diferentes continentes como estableció la iglesia en el siglo V, o si simplemente se trata del punto más lejano conocido en ese momento y ese punto es Tartesos, como el Papa Benedicto ha afirmado creando una oleada de comentarios y bromas.
Lo cierto es que si hasta el siglo V no se habló de los Magos como tres; hasta el siglo IX nadie nos dijo sus nombres ni de su procedencia, incluso de los regalos que trajeron al niño. Pero fue en este siglo cuando el monje benedictino Beda a través de sus escritos pone las bases de una tradición que llega a nuestros días con 3 Reyes Magos que nos visitan a los cristianos. Aunque sean 12 reyes magos los que visitan a ortodoxos.
El significado atribuido a cada uno de los Reyes magos cristianos es el siguiente:
Melchor (Magalath) es un anciano de blancos cabellos y larga barba del mismo color, procedente de Europa. Melchor entrega la mirra, que es una sustancia rojiza aromática que se obtiene de la resina de la corteza de árboles y que es común en Medio Oriente y Somalia. Era muy valorada en la antigüedad para la elaboración de perfumes. La mirra es el símbolo del hombre.
Gaspar (Galgalath), el más joven y rubio de los tres reyes magos, procede de Asia y entrega el incienso, una preparación de resinas aromáticas vegetales, a las que se añaden aceites de forma que al arder desprenda un humo fragante y un olor característico. El incienso en el símbolo de Dios. En muchas religiones el incienso se utiliza en los ritos religiosos.
Baltasar (Serakin) es de raza negra, procedente de África. Baltasar entrega el oro, el más precioso de los metales. El Oro es el símbolo del Rey.
Lejos de estas lecturas posteriores y de la creación de una tradición entrañable, los orígenes de la fiesta de la Epifanía se encuentran en Oriente. Y es que los paganos celebraban en Oriente, sobre todo en Egipto, la fiesta del solsticio invernal el 25 de diciembre y el 6 de enero se celebraba el aumento de la luz.
En este aumento de la luz los cristianos vieron un símbolo evangélico. Después de 13 días del 25 de diciembre, cuando el aumento de la luz era evidente, celebraban el nacimiento y la revelación de Jesús, para presentarlo con mayor luz que el dios Sol. Cuando esta fiesta oriental llegó a Occidente, por celebrarse ya la fiesta de Navidad, se le dio un significado diferente del original: se solemnizó la revelación de Jesús al mundo pagano, significada en la adoración de los «magos de oriente» que menciona el Evangelio.
Como buena seguidora de tradiciones, más allá de significados religiosos, desde hace unos años vivo este día con una intensidad diferente; lo respiro como el día en que se comienzan a añadir segundos de luz a los días y vivo la luz como la claridad que iluminará el camino haciendo visibles todas las cosas. En este día tomo la luz como la calidez y claridad que me aportarán la seguridad de que tomaré el camino correcto a lo largo de ese año.
En las vísperas de este día os deseo toda la luz del mundo y la completa seguridad de que en cada momento elegiremos el camino correcto, justo aquel que debíamos tomar.
Que las propiedades curativas de la mirra sanen nuestro cuerpo humano, el plano físico de cada uno de nosotros. Que la fragancia del incienso quemado limpie y purifique la divinidad que hay en nuestro interior. Y que con oro ofrendemos todo nuestro ser.
