A sus 69 años, José Espejo Arévalo rebosa felicidad, dice que ha vuelto a ser padre, la tercera vez en estos cuatro últimos años. «A mis libros yo los llamo hijos, son mis otros niños… y tengo en camino tres más».
Ya ven que Pepe no para, es un torrente de pensamiento, sensibilidad y lírica. Cualquier cosa que le sucede o que ve en los medios de comunicación, que le toca el alma, la traduce en versos rápidamente. Tiene una agenda plagada de escritos, cuadernos por aquí, hojas sueltas por allá… que poco a poco va pasando al ordenador.
Así, tiene otras tres obras en proyecto de publicación, prácticamente concluidas, una de ellas sobre el coronavirus. En las labores de corrección le está ayudando Emilio J. Domínguez, a quien agradece enormente su dedicación. Le precedieron en esta tarea Paco el Cura -a quien dedicó ‘Retazos de una vida’-, su hija Esther y El Círculo Rojo, editorial de ‘Reflexiones de un jubilado’.
Pepe nos desvela el título de su próximo libro: ‘Seguimos caminando’. Más de 240 poesías lo componen. Este lo editará en Valencia, al igual que los dos primeros, ya que quedó muy contento del resultado y la forma de trabajar, a diferencia que con El Círculo Rojo.
Espera que dentro de poco, con la ansiada normalidad, pueda por fin presentar sus últimos dos libros o unirlos a una futura presentación de su nueva obra, tanto en Fuente Palmera como en Fuente Carreteros. La pandemia se cruzó por medio, ya que ‘Pensamientos de un abuelo’ se publicó en diciembre de 2020 y ‘Reflexiones de un jubilado’ hace apenas unos meses.
Los tres ejemplares se pueden adquirir en las librerías-papelerías de Fuente Palmera, Antharas, María José y Gamero. Y los dos primeros están también en la Librería Luque, de Córdoba.
Biografía
De padre colono y madre manchega, José Espejo Arévalo nació en Fuente Palmera a mediados del siglo pasado, en la posguerra tardía. De familia humilde, tuvo una infancia y adolescencia marcada por la necesidad y el hambre de la época, lo cual no impidió que su sed de saber y cultura emanaran en la primera etapa de su vida.
«Mi padre me decía que no hacía falta que aprendiera tanto, porque en plena dictadura franquista al que sabía mucho lo mataban; pero yo en eso iba en contra de él, yo quería saber cada día más; personas como Ernesto y Paco Rivero o Ramón Guisado eran los que me traían libros en verano y me ponían al corriente de todo lo que pasaba en el país; y quien me enseñó a leer fue el padre de Pepe el gordo, Cándido Pérez, a pesar de que ya estaba medio ciego».
Los primeros versos que escribió, con apenas 14 años, fueron a las muchachas de su edad, que ya despertaban en él cierta atracción, «ya me hacían tilín«. Posteriormente, al empezar a trabajar tuvo que dejar aparcada su pasión por la escritura. Pero en sus primeros años de juventud su deseo de aprender era irrefenable: «me iba a la aceituna a Porcuna, por la noche iba a la escuela; me fui a Barcelona con 18 años, por la noche estudiaba contabilidad; me fue a la mili, me puse a estudiar electricidad industrial».
No fue hasta hace unos siete años, tras jubilarse, cuando se ha dedicado a expresar sus más íntimos sentimientos y pensamientos, abarcando un sinfín de temas, desde sus propias vivencias hasta los asuntos de más rabiosa actualidad, pasando por la política, la filosofía, la iglesia, la amistad, el amor, las injusticias, el trabajo, la familia, etc.
«También le dedico una poesía a los listos, aquellos que decían que un albañil no podía enseñarles nada ni mucho menos escirbir un libro».
José Espejo Arévalo disfruta al máximo y todo lo que puede de esta etapa de su vida: familia, poesía y como no, su parcela, en la que siempre hay algo que hacer. Rodeado de olivos y hortalizas, se refugia en ella también para escribir. Por muchos años, Pepe.