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Antonio Pradas, veinte años surcando los cielos e inmortalizando con fotografías a la Colonia

Aviador
Antonio Pradas, junto a un P96
No creo que haya nadie en la Colonia que no haya visto alguna vez fotos aéreas de su aldea o de alguna aldea vecina, fotos que rezuman aventura, riesgo, una perspectiva diferente y que nos trasladan a épocas anteriores, porque la fisonomía del paisaje cambia a una velocidad pasmosa y el piloto aviador y fotógrafo encargado de jugarse la vida a golpe de joystick y de timón de dirección es oriundo colono y para quienes no lo conozcan es un señor entregado a su familia y a su trabajo de diseñador de joyas.

Aunque la faceta que ha trascendido entre nosotros es a través del singular hobbie de querer jugar a esconderse entre las nubes y la de surcar el cielo con aparatos de vuelo adquiridos entre amigos con el solo fin de ver la realidad desde unos mil pies de altura sobre el suelo, aproximadamente.

Antonio Díaz Pradas tiene mujer cordobesa de toda la vida y dos chavales de veinticuatro y diecinueve años, de los cuales ninguno ha heredado su pasión por volar, solo falta saber si su nieta de dos años lo hará algún día, de momento, todo el entusiasmo por el vuelo se lo ha quedado él y bien que lo ha disfrutado con sus amigos y compañeros de fatigas, con los que ha conseguido fraguar una férrea amistad, considerándolos una ramificación de su propia familia por todas las horas compartidas y todas las anécdotas vividas.

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Es llamativa la inquietud que presentan algunas personas y es de agradecer que escriban libros o pinten cuadros o canten o toquen algún instrumento musical, entre otras destrezas artísticas; porque nos hacen partícipes de las habilidades que despliegan, pero la modalidad de fotografía de alto riesgo, copilotando un avión, en el que la más pequeña distracción o el más mínimo fallo por despiste puede tener consecuencias fatales, supone por ello un auténtico reto y elegir el momento adecuado para poder captar las mejores instantáneas, lo dificulta aún más.

Señal de esto último es la ínfima cantidad de personas que se dedican a ello, es por eso que nos sentimos unos privilegiados por acercarnos un poco a este “mundillo” tan ajeno a nosotros.

Juzguen ustedes mismos y valoren las vivencias de las que nos hace partícipe nuestro entrevistado, en lo que lo imposible cobra vida y la ilusión por cumplir un sueño se convierte en un objetivo por el que luchar, con toda la generosidad posible nos hace partícipe de esta simbiosis entre el mundo de la fotografía y los vuelos en avión.

¿Cuánto tiempo lleva sobrevolando el cielo de la Colonia?

Son veinte años volando, en los cuales realizaba una ráfaga de fotografías y cuando llegaba a casa las examinaba y tan solo servían cuatro o cinco. Por eso ha costado tanto tiempo poder fotografiar la Colonia entera.

¿Cuántas horas de vuelo supone una jornada de vuelo?

En la época en la que guardábamos el avión en Córdoba, solíamos salir al abrir el Aeropuerto a las ocho o las nueve de la mañana y regresábamos a la hora de comer. Salíamos usualmente para el sur, por el Castillo de Almodóvar, entrábamos por Fuente Palmera y continuábamos por Écija, Sevilla, Huelva, Cádiz y dependiendo de las ganas, volvíamos al hangar o continuábamos la ruta.

Cuando empezasteis a volar, ¿cuál era el punto de salida?

Al principio, salíamos del Molino Sotomelero, donde estuvimos aproximadamente unos cuatro años. En esta época, Leonardo Martínez adquirió un aparato con montaje a modo de kit, “vamos que se monta como un mueble de Ikea”, siendo este tipo de avión un ultraligero modelo “tubo tela”, como se suele decir. De ahí fuimos a Cañada del Rosal y con el tiempo se construyó en estas instalaciones de Sotomelero una pista legalizada y un hangar con todos los permisos pertinentes dispensados por aviación civil. De aquí pasamos a Fuenteovejuna, donde estuvimos tres o cuatro años, desde donde ya pasamos a Córdoba al mismo aeropuerto, hasta que decidimos cortar con esta actividad de ocio y el aparato se vendió. Seguimos teniendo la misma bonita relación de siempre, aunque ya no compartamos la afición que tanto nos unió. Y de una u otra manera, siempre podemos intentar pilotar otros aviones de amigos, aunque con una nieta de dos años, asumir estos riesgos hace replantearnos el tema de los vuelos. Cuando eres más joven también eres más inconsciente y no piensas en los peligros reales, ahora es diferente.

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¿Qué le motivó a emprender esta aventura, porque ahora está más normalizado, pero en la época de sus inicios lo tacharían a usted de loco, cuanto menos, no?

A mí, desde pequeño me ha gustado el tema de la aviación y aunque ya tenía mi oficio de diseñador de joyas, tuve la oportunidad de realizar el curso de piloto con licencia deportiva y ahí fue donde empezó todo y con este grupo de gente con el que coincidimos, alrededor de diecisiete integrantes, acabamos formando una gran familia que sigue estando muy unida a día de hoy “y que dure por mucho tiempo más”.

¿Tiene algún referente respecto al tema de la aviación? ¿Y respecto a la fotografía?

Charles Lindbergh, fue un héroe de la aviación norteamericana, se hizo famoso al ser el primer piloto en realizar en solitario el primer vuelo sin escalas entre Nueva York y París, cruzando el Océano Atlántico a bordo del avión bautizado como Espíritu de San Luis. Y respecto a vuelos comerciales, me parecen dignos de admiración los pilotos que apagan fuegos, para mí son los mejores. Los de fumigación también me llaman la atención, pero los de extinción de incendios con el valor añadido de que los tanques del avión a veces están llenos de combustible, además del peso del agua, con lo cual, alcanzar el nivel de sustentación es muy complicado y conlleva un riesgo añadido en caso de accidente.
Con respecto a la fotografía yo tenía la ilusión de reproducir la Colonia desde que estaba haciendo el curso de piloto y crear una página con todas las fotos y ahora, incluso algunas personas me reprochan que me he centrado mucho en la Colonia, pero realmente he nacido aquí y es normal esa fijación y con respecto a El Villar, también dispongo de muchas fotografías porque es allí donde se encontraba la pista de vuelo de forma inicial y entrabamos y salíamos desde esta aldea. En verdad tengo muchísimo material que por falta de tiempo todavía no he podido clasificar y subir a las redes, quedando a disposición del periódico y del Ayuntamiento, por si fuera de interés.

A veces me comentan que me repito en las panorámicas, pero yo siempre contesto que nunca me repito, siempre podemos apreciar alguna diferencia y cambio con respecto a las anteriores fotografías. Por ejemplo, el campo de fútbol, se puede ver con albero, con césped, con las pistas de pádel y baloncesto alrededor y todas entre sí, son diferentes. El polígono de los Fruteros también se ha inmortalizado en sus diferentes fases de construcción, al igual que el desarrollo urbanístico de la Colonia en toda su dimensión.
También asistimos a la inundación que sufrió Fuente Palmera en dos mil trece, y desde arriba se veían las charcas y el agua acumulada en sitios impensables, antes y después de la riada.

¿Vuela solo o lo hace acompañado? ¿Por quién normalmente?

Siempre lo hago acompañado, a nadie le gusta volar solo, porque aunque te encuentres bien físicamente, en cualquier momento al aparato o a ti te puede pasar algo, por lo que si llevas a un acompañante y además como vas con amigos y por ocio, siempre te gusta ir acompañado, porque en caso de necesidad el compañero te puede auxiliar o al contrario y siempre es una garantía.

Esta pasión por volar, ¿le reporta algún beneficio económico o es una divertida afición?

No deja de ser una afición, la cual, tener para mí toda la Colonia fotografiada y colgar las fotos en las redes estando disponibles para todo el mundo y poder compartirlas con colonos que están residiendo en otras comunidades o incluso en otros países y que te agradezcan ver las fotografías de tu pueblo, es emocionante; ver la plaza repleta de farolillos o la feria de la boda desde el aire, con todo el montaje que se realiza para la ocasión, impresiona; de hecho un año desde la Asociación de Empresarios, me felicitaron por la realización de este tipo de fotos, porque ofrecía una panorámica totalmente diferente a la que estaban acostumbrados a ver.

¿Qué puede decirnos sobre su máquina de volar?

Hemos disfrutado de diferentes aviones, el ultraligero modelo de “tubo y tela”, que es una variante muy simple, para entendernos a groso modo, es como si unieras dos sillas, con cuatro hierros y cuatro telas. El problema que presenta es el riesgo de que se rompa el cinturón y te puedas salir del avión y estrellarte en el suelo. Al menos, cuando estás cubierto, si se rompe el cinturón te quedas dentro del aparato.
La evolución de los ultraligeros, se constató con la aparición de los aviones de nueva generación, dejando atrás a los modelos que conocemos como las “Cessna” que hoy día se conservan más bien como reliquias, por haber quedado reducido su uso mayormente para nostálgicos, ya que los aviones de nueva generación son más seguros y tienen unas prestaciones admirables, además de unos consumos mínimos, aunque en desarrollo sigan siendo parecidos. El último avión con el que volábamos era precisamente, de nueva generación.

¿El combustible es el mismo?

Las “Cessna” montan motores Rolls Royce limitados a un número determinado de horas de uso, utilizan una gasolina más depurada y especial para aviones, sin llegar a ser el queroseno que usan los aviones comerciales o militares, que es la gasolina más depurada que podemos encontrar. Los aviones de nueva generación, en cambio, usan motores que pasan revisiones periódicas y no están limitados a un número determinado de horas. Y la gasolina que utilizan es la misma que la de los coches pero con alto octanaje.

¿Y el consumo de vuelo cuánto puede ser?

Es muy relativo e influye mucho el viento, porque si sopla de cola puedes incluso aumentar la velocidad, ya que aunque el cuentakilómetros te marque 120 km/h, el GPS te puede marcar 200 km/h, que en este caso sería la velocidad real. Y al contrario si el viento lo tienes de frente, ya que te frenaría y el consumo sería mayor.

Después de años surcando los cielos, ¿qué lugar puede recordar que haya experimentado un mayor cambio desde el cielo o que le haya llamado más la atención?

Yo diría que Fuente Palmera ha sufrido muchos cambios; en un principio presentaba un núcleo urbano más reducido y concentrado que en la actualidad; con la construcción de los polígonos industriales, todo ha cambiado, incluso con el campo de fútbol o los barrios periféricos que se van ampliando cada vez más.

Brevemente, ¿qué opina sobre los tratamientos agrícolas aéreos y sobre el uso de drones en la guerra, crees que estamos abocados a presenciar que este tipo de prácticas van a ser la realidad de lo que hace unos años pensábamos que se convertirían en futuro? ¿Han llegado este tipo de prácticas para quedarse?

Esto es el presente y el futuro, porque cualquier agricultor que tenga que fumigar sus campos con una avioneta, tiene que sufragar unos costes que son excesivos, sin embargo con un dron que ya está preparado, lo llevas en tu vehículo de transporte, introduces los datos de la finca y la cuadriculas y vas viendo desde la pantalla de tu ordenador como el dron la va fumigando; cuando se acaba la vuelves a cargar y de esta forma ejecutas el trabajo con gastos mínimos. De hecho ya hay personas que se dedican profesionalmente a esta labor.
Lo primero, decir que estoy en contra de cualquier tipo de guerra, pero viendo la realidad de lo que está ocurriendo en Rusia, la ventaja que puede tener es que los drones al no estar tripulados, en caso de derribo se pueda salvar al menos, la vida del piloto. Por no decir que con el coste de un avión de guerra se pueden construir muchos drones, con la posibilidad de hacer vuelos rasantes y que los radares no los detecten. Excepto salvar un piloto, creo que todo lo relacionado con este tema es negativo.

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¿Cree en los chemtrails?

Sobre este tema, dudo de que realmente existan, ya que no está demostrado científicamente. No los critico porque hay que respetar la opinión de todo el mundo, pero no comparto estas teorías, entre otras razones porque los aviones cuando vuelan a grandes alturas desprenden unos gases al quemar el queroseno y desprenden unas partículas de agua y a esa altura las partículas se congelan y ese es el motivo de que las estelas se vean, pudiendo durar desde minutos a horas, según el viento que haya, hasta que finalmente se dispersan.

Fusionar fotografía con aviación es una simbiosis original y atrayente, ¿quién gana la batalla, Antonio Pradas “el aviador” o “el fotógrafo”?

Yo creo que el fotógrafo, porque si no hubiera colgado fotos nadie hubiera reparado en mi faceta de aviador, porque no solo hemos fotografiado la Colonia, también Cazorla, la Campiña de Sevilla, Huelva, de hecho Andalucía, casi en su totalidad con la cantidad de paisajes que te vas encontrando. Tengo un apartado dedicado a mis hijos, que se titula Antonio y Jorge, en el cual hay cientos de fotografías que no pertenecen a la Colonia.

Dicen que los momentos más bonitos de la vida no hay que perder el tiempo en fotografiarlos, sino simplemente limitarnos a disfrutarlos…¿ha tenido momentos de ese tipo surcando el cielo?

Los he tenido, pero si no los fotografías eso quiere decir que el resto de las personas no lo podrán disfrutar, ni tú mismo volverlo a recrear, porque cuando realizas una fotografía puedes ver la imagen desde el objetivo y con tranquilidad, luego más tarde desde casa, puedes volver a verla y disfrutarla, además de compartirlas, por supuesto.

¿Qué aspecto le gustaría resaltar sobre cualquier tema que no le haya preguntado?

Son muchos los años de vuelo y más todavía las anécdotas vividas, por lo que pasaremos a contar algunas de ellas:

Lo primero, vamos a tratar de explicar cómo vuela un avión, de forma breve y aproximada; para ello hay que tener en cuenta que para propulsar un vehículo hace falta un motor, en el caso del avión de igual forma, ya sea de hélice o de turbina, y para ello la clave está en subirse encima del aire, sí digo bien y puede ser el ejemplo de más fácil comprensión; comprobamos con la manga que hay en cada aeródromo, que despegamos en contra del aire, porque gracias a la curvatura de las alas, propicia que entre una corriente de aire por debajo del avión y otra por encima , consiguiendo partir el viento en dos y como hemos dicho anteriormente, montarnos encima, que es lo que propicia que el avión despegue y se mantenga en el aire. Una vez arriba no hay problema para ir a derecha o izquierda, pero el despegue si es sensible a la dirección del viento.

Por otro lado, decir que tuve la oportunidad de colaborar en mostrar las imágenes de la vaqueriza de Fuente Palmera que no cumplía con los permisos pertinentes para llevar a cabo la actividad ganadera, ante la proximidad de las viviendas afectadas, porque no se ve con tanta claridad la realidad desde el suelo, para estos casos la perspectiva aérea ayuda mucho. Sin decir nada, porque yo conocía esta situación desde hacía varios años y me daba lástima, un día le facilité las fotografías al señor afectado y él al presentarlas tuvo la oportunidad de usarlas para que se tomara conciencia sobre esta situación, hasta que consiguió que la justicia le diera la razón. Ante lo que el principal señor afectado me agradeció la desinteresada colaboración, es más, en vuelos posteriores repetí el reportaje y se lo entregué con toda la superficie ya limpia y el señor, todavía me lo agradece cuando me ve. Porque las moscas, el olor y las secuelas de tantos años sufriendo esas molestias, debe haber sido una auténtica pesadilla.

Guardamos una curiosa anécdota sobre un aterrizaje “in extremis”, ya que a nosotros se nos recomienda taxativamente que aterricemos antes del ocaso del sol pues la licencia deportiva no te permite volar de noche porque es contrario a la misma. Y creyendo que íbamos a llegar a la pista a tiempo, se puso el viento de frente y apurando, apurando, no había manera de aterrizar y cuando lo conseguimos nos tuvieron incluso que encender las luces del coche para poder aterrizar con más seguridad, porque de forma excepcional ese día casi llegamos de noche. Y la verdad que las pasamos “canutas”, como se suele decir. Tenemos el vídeo en Youtube, que se titula “El Ocaso en Fuente Palmera”, donde poco después se produjo el citado aterrizaje.

En otra ocasión nos ocurrió un hecho desagradable, por llamarlo de alguna manera y es que en un vuelo hacia Fuenteovejuna, donde había un manto de nubes sin ver nada de tierra, llamábamos por teléfono y nos decían desde la pista de aterrizaje, “sí, sí, estamos escuchando la avioneta, tirad para Azuaga y a ver si encontráis algún huequecillo y ya pincháis la nube”; hicimos caso y encontramos un agujerito, pero al meternos, el movimiento de la nube hizo que nos meteríamos dentro y yo no sé el tiempo que estuvimos ni el espacio recorrido, puede que fueran dos o tres minutos, que por cierto, parecieron interminables, además de que dentro de una nube los aparatos electrónicos dejan de funcionar casi en su totalidad y hay un momento en el que no sabes si subes o si bajas, si vas a derecha o a izquierda y aquello sin acabarse nunca. Hasta que por fin vimos tierra y ya nos metimos por un agujero y salimos, pudiendo respirar con tranquilidad.

Otro suceso parecido, también de Fuenteovejuna para Córdoba, otro manto de nubes y me dice otro amigo (y como un hermano para mí), Antonio Serrano, “¿nos tiramos por debajo ahora que está empezando o tiramos por arriba?” Y yo le dije, combustible tenemos para volver para Fuenteovejuna, ¿no? Pues vámonos por arriba porque por abajo podemos encontrar un poste de la luz o cualquier otro obstáculo inesperado, así que pinchamos la nube y pasando Córdoba, cerca de Écija, vimos un clareo y ya bajamos, llegamos al Aeropuerto de Córdoba y aterrizamos aliviados.

Ya terminando, decir que volando en dirección a Sevilla nos encontramos una banda de pájaros en emigración, creo que eran aves frías, cientos de ellas, nosotros íbamos por encima sin alborotarlas, porque si provocábamos que se fueran para la hélice, nos íbamos a estrellar seguro, así que volábamos muy juntos por momentos, cruzándonos a toda la bandada en dirección opuesta, con lo que una vez más el peligro era latente, pero tampoco tuvo ninguna consecuencia.

Por último, yo no sé si existe el cielo, pero cuando ves ese manto de nubes hay un brillo, una paz y una serenidad, que yo no sé, pero es algo alucinante. Cuando no ves nada y solamente ese manto blanco resplandeciente, ese brillo que ves es algo indescriptible.

Aquí termina la entrevista con la sensación de que faltarían horas para poder hacernos una imagen del calado de nuestro personaje entrevistado, esperando solamente que le guste a los lectores y que el protagonista se sienta reflejado en estas líneas que van dedicadas a él por su dilatada trayectoria como piloto y aficionado fotógrafo. Ráfagas, amigo Antonio, el Top Gun de la Colonia de Fuente Palmera.

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