Porque eres una de las relaciones más estables, continuada y sincera que he tenido.
Por tu capacidad de espera; porque siempre esperas y nunca desesperas. Da igual si tardo en regresar diez minutos o un día, tú siempre estás ahí y me recibes con la alegría del baile de tu rabito que parece un plumero giratorio. Se que para ti el sonido de mis pasos es música y al escucharlos bailas con todo tu cuerpo.
Me conoces y reconoces el estado de ánimo, incluso antes de verme; sabes que debes hacer, que carita poner, que lametón dar…porque sabes que el brillo de tus ojos se ha convertido en una medicina para mí y acariciarte es el mejor relajante para mi alma.
Disfrutas mi presencia, aunque con el trajín diario no te pueda dedicar todo el tiempo que quisiera y que tú mereces. Tú, en cambio, tienes todo el tiempo del mundo para mí y esperas cualquier gesto mío que indique que es la hora de jugar, el tiempo de pasear o el momento nuestro.
Me has enseñado que se puede dar todo sin necesidad de esperar recompensa y en el caso de recibir, ser agradecido.
Junto a ti he aprendido a observar la vida y las personas sin prisa, pacientemente; porque solo así se puede conocer todo lo necesario de los demás.
Me transmites que el silencio es necesario y que con una mirada o un gesto se puede sentir más que con miles de palabras.
Ahora sé que es posible vivir sin rencor, porque tú siempre olvidas y vives el presente intensamente.
Amas a las personas que yo quiero en mi vida y me adviertes de aquellos que debo apartar de ella, porque tienes un sexto sentido que en muchas ocasiones es mi brújula.
Disfrutar de la vida sacando partido a cada día es una gran lección porque para ti el tiempo pasa más rápido que para los humanos.
Son ya seis años a mi lado, tiempo en el que he aprendido a sentir junto a ti y a sentir por ti.
Te dedico estas palabras Coco, porque soy consciente que atravesamos fechas muy sensibles para nosotros.
Ahí en el exterior, el ruido de petardos y cohetes nos indican la proximidad de la Navidad, que para nosotros es el inicio de días de estrés y ansiedad. Y es que cuando un petardo explota a metros a la redonda muchos perritos y otros animales, así como niños pequeños y ancianos, se sienten agitados como si algo explotase en su interior y el estruendo de la explosión hace temblar todo su ser.
El ruido excesivo es una agresión para el perro debido a la sensibilidad de su oído, muy superior a la nuestra.
Petardos y cohetes les ocasionan dolor, crisis de pánico, desorientación y miedo desproporcionado. El perro vive el ruido como una auténtica amenaza e intenta huir.
En los humanos, los decibelios emitidos por los petardos pueden provocar problemas auditivos y lesiones, pues el oído no puede adaptarse a la aparición brutal de un ruido violento y muy breve.
La manipulación de petardos y cohetes es muy peligrosa no solo por las quemaduras que el fuego y explosivo puede ocasionar, sino por las lesiones auditivas que puede provocar dicha práctica.
Por todo ello Coco y yo te invitamos a vivir una Navidad sin artefactos explosivos, vivamos en estos días solamente la explosión de amor, solidaridad y buenos deseos que debe de hacerse extensible al resto del año.
(A la memoria de Excalibur y Kira, amiguitos que nos miran desde el cielo perruno)