Un colofón agridulce para los actos de celebración de la festividad de la Purísima Concepción organizados por la Hermandad de la Purísima Concepción y por la Parroquia, que comenzaron el pasado 29 de noviembre.
Con este son ya tres años los que la Purísima Concepción no pisa las calles de Fuente Palmera en su día grande, el 8 de diciembre. Primero por la pandemia y ahora por la lluvia. Sin duda, fue la determinación adecuada por parte de la Hermandad, la única quizá; hubiera sido demasiado riesgo y muy dañino para la imagen que le cayera un chaparrón encima.
Así, tras la solemne eucaristía oficiada por el párroco in solidum, Miguel Ramírez, donde tuvo lugar la tradicional presentación ante la Virgen de las mujeres embarazadas y de los niños y niñas nacidas en el último año, se hizo sitio en el templo para la entrada de la Banda de Música de Nuestro Padre Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza, de Málaga, que interpretó varias marchas mientras los costaleros y costaleras realizaban un pequeño recorrido con el paso ante los sentimientos encontrados de fieles, vecinos, vecinas, hermanos y hermanas de la Hermandad.
También hay que reseñar el acompañamiento musical de la misa por parte de un tenor llegado desde Zaragoza, Adrián Cuello.
Han sido diez días de celebración -Novena y Eucaristía- con momentos muy señalados. Entre ellos, la vuela a «casa» de los párrocos Fernando Flores Pistón y Patricio Ruiz Barbancho para ofrecer las misas de los días 29 de noviembre y 5 de diciembre; igualmente hay que destacar la participación tanto del Coro de Mayores San Isidro Labrador de Fuente Palmera y del Coro Rociero Amigos de San Isidro de Cañada del Rabadán los días 3 y 4 de diciembre.
Asimismo, tuvo lugar la procesión infantil el pasado domingo y la promulgación de un bonito y sentido pregón el martes 6 de diciembre a cargo del joven de 16 años, Francisco Salas Urban.
Un relato que ha calado entre la feligresía, conmoviendo a los asistentes por su contenido y por la juventud del protagonista. Francisco describió lo que supuso para él ser pregonero de la Purísima, su vinculación a la iglesia desde que nació, sus mejores y menos buenos momentos en torno al 8 de diciembre, la llegada de su comunión, ser monaguillo, sus sentimientos hacia la Inmaculada Concepción, los últimos días con su abuela Paquita…
Podríamos resaltar numerosos fragmentos de su discurso, pero queremos reflejar especialmente uno dedicado a la mirada de la Purísima Concepción:
Incontables son las veces que me he quedado mirando a la Inmaculada, observando cada detalle. Fijándome en la magnifica composición que preside el altar. La perfección hecha imagen. Observando cada sutil pincelada que Antonio Castillo Lastrucci supo darle. Escuchando cada impecable melodía que compone su cara. Contemplando el amor de cada pliegue de su manto.
Desde pequeño recuerdo quedarme obnubilado con la Purísima. Ahora que han pasado los años sigo igual: quedando prendado de la mirada llena de Amor y Esperanza que tiene la Virgen. Cada vez que voy a la iglesia la intento mirar a los ojos, aunque reconozco que es de las cosas más complicadas que hay en este mundo: aguantarle la mirada a una madre. El momento en que se produce una conversación en silencio.
¿Habrá palabras más sinceras que las de una mirada?. No, no las hay, ahí todo es verdadero. Te abres delante de ella, pones el corazón en sus manos y te sana, con sus manos, sus delicadas manos poseedoras de la más compleja armonía. Con ellas te acaricia y te recompone. Donde no existe ni el miedo ni el dolor, ni el mal ni la dificultad, solo el cariño.