Antonio Manuel Rodríguez Ramos tiene ya bastante de colono, se siente querido y aprecia esta tierra. En los últimos años lo hemos disfrutado en conferencias, presentaciones literarias y, como no, en aquel pregón de la Feria Real de 2019, la última antes de la pandemia.
Esta mañana ha estado en Fuente Palmera visitando el Parque del Flamenco, ya que no pudo asistir al acto de apertura. Posteriormente se ha pasado por el Ayuntamiento, donde Quique González le ha entregado el galardón representativo del evento por su contribución a la creación del parque.
La colaboración de Antonio Manuel con el Parque del Flamenco ha sido doble: por una parte, en el nacimiento de una iniciativa pionera en Andalucía; y por otra, en la revisión de algunos de los textos que ilustran la historia del Flamenco y en las reseñas de varios de los artistas representados en este espacio público del municipio.
Sobre la primera recuerda que, a partir de la idea de Quique González Mestre, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Fuente Palmera, «estuvimos reflexionando cómo construir un Parque del Flamenco, es decir, la elaboración en sí misma de la idea, que es la que al final permite la habilitación de la distintas zonas (cante, baile, toque), la existencia de los paneles informativos, los nombres de las calles, etc. Todo esto fue mi principal aportación».
Y en segundo lugar -y en menor medida-, «trabajé en la revisión de los textos más importantes y en las placas de algunos de los artistas que aparecen representados en el parque».
Antonio Manuel no pudo estar presente en el acto de apertura del pasado 6 de mayo, pues tenía otro compromiso adquirido -y también muy importante-, con el mundo del Flamenco, un homenaje a Manuel Herrera en Los Palacios. «Estuve acompañando la memoria de Manuel Herrera, una de las piezas clave en aquella reacción ciudadana cuando se eliminó el nombre de la Avenida del Flamenco de Córdoba; él fue el primer director de la Bienal de Flamenco y compañero en la Fundación Blas Infante».
Pero hoy, cuando ha visto el resultado en persona, y después de la gran repercusión mediática y popular, piensa que «Fuente Palmera debe sentirse muy orgullosa de haber puesto la aguja del compás de lo flamenco justamente aquí, no hay nada similar en ninguna otra parte; las flamencas y los flamencos tienen que reconocerse en este parque, ser generosos y darse cuenta de que el universo del flamenco es inabarcable y que aquí no pueden estar todos l@s artistas representados».
Asimismo subraya que una de las reflexiones más importantes es «que el parque siga estando vivo, una parque está hecho de vida, está lleno de árboles, de flores, de gente que va a pasear, a enamorarse, de niños y niñas que juegan…. si el Flamenco es vida lo más hermoso es que sea un parque quien lo encarne».
Por ello, sugiere que se abran nuevos rincones: «a las peñas, a los festivales, a los concursos… y que se vaya ampliando con las personalidades del Flamenco que puedan venir a visitarlo; la distribución ha quedado fantástica, lo esencial lo tiene… por supuesto hay cosas que deben corregirse pero lo más importante para mí, es que el Parque del Flamenco está vivo como el Flamenco».
En este sentido, Antonio Manuel recalcaba que un parque como este debe estar hecho para las generaciones futuras. «El Flamenco está en constante evolución porque es como un niño o una niña, surgió en su origen y ha cambiado mucho; es muy difícil que el Flamenco cale en nuestra sociedad si no se da en los colegios, si no aparece en los currículum, si no se trata en la asignatura de Música… porque es patrimonio identitario de nuestro pueblo».
De esta manera, «indudablemente para que el parque esté vivo tiene que estar habitado por niñ@s, y mientras más niñ@s jueguen allí mejor, y mientras más canastas tiren y la pelota rebote en un tablero que pone Flamenco, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, todavía mejor».