Se trata de la competición de triatlón más exigente que se conoce, con el permiso de la de Hawaii, donde los participantes tienen que acometer 3,8 kilómetros de natación, 180,2 km. de bicicleta y 42,2 km de carrera a pie. Por tanto, hace honor a su nombre, ya que para superarla hay que ser un auténtico hombre o mujer de hierro. Más de 1.600 triatletas de 54 nacionalidades, profesionales y amateurs, se dieron cita el pasado 23 de mayo en el Puerto del Carmen de la isla canaria para disputar la 24ª edición de este triatlón de larga distancia, puntuable para el Campeonato del Mundo. Y entre ellos, nuestro protagonista, que para más inri, no había cogido una bicicleta en su vida hasta el mes de febrero.
Piloto de helicóptero de profesión, David Rivero posee en sus genes un espíritu aventurero que le ha llevado, tanto por motivos laborales como de ocio, por numerosos países del planeta. Por circunstancias de trabajo de su familia, nació en Madrid un 28 de diciembre de 1977, pero cumplidos los cuatro años volvieron a Fuente Palmera. Estudió en el IES Colonial, un módulo de FP de electricidad en la Universidad Laboral de Córdoba y, posteriormente, estuvo un tiempo en Londres estudiando Ingeniería de Redes Informáticas. En 1995 decide que quiere ser piloto de helicóptero y entra en FAASA, donde tras dos años de esfuerzo y sacrificio consigue la licencia. Pero le faltaban horas de vuelo, por lo que para ampliar su formación se marcha a Estados Unidos, concretamente a Los Ángeles, donde hace prácticas en los helicópteros destinados a controlar el tráfico y relacionados con estaciones de radio y cobertura de noticias.
PASIÓN POR VOLAR
«En mi familia siempre ha habido mucha afición a la aviación; desde pequeños, tanto mi padre como mis tíos han volado en ultraligeros; y yo, también desde pequeño, he volado con ellos; siempre me ha llamado la atención», nos comenta David.
Siguiendo con su periplo, su fue a buscar trabajo como piloto a Venezuela, «pero la situación allí era tan complicada que la empresa en la que quería trabajar se fue a Panamá». Entonces volvió a Fuente Palmera, donde trabajó otra etapa con su familia. Posteriormente se trasladó de nuevo a Inglaterra, luego a París, y estando en la capital francesa bajaba a España a hacer entrevistas de trabajo, hasta que consiguió un puesto de copiloto en Extinción de Incendios con un helicóptero de fabricación rusa. Era junio de 2010 y ese trabajo se prolongó durante tres campañas consecutivas de verano(de junio a octubre). Entre medias, en los períodos de invierno, de nuevo cogió la maleta y cruzó el charco. A finales de 2010 arribó a Panamá para trabajar, por fin, de comandante en un barco atunero. «Un trabajo alucinante que consistía en avistar a los atunes desde el helicóptero y luego intentar que no se salieran de las redes aproximándonos hacia ellos; adquirí mucha experiencia pero fue realmente duro, tanto tiempo en el mar y en condiciones ínfimas en algunos de los barcos». Así, recorrió hasta finales del año pasado gran parte del Oceáno Pacífico y el este de Asia, visitando países como Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Australia, Islas Fiji, Colombia, Ecuador(Islas Galápagos), etc. El próximo 1 de julio reanuda su actividad como piloto comandante para la Extinción de Incendios de la Comunidad de Madrid, al mismo tiempo que ya va buscando trabajo para cuando acabe la campaña.
DAVID Y EL DEPORTE
Su relación con el deporte comienza a los doce o trece años con el kárate, «una modalidad muy completa, divertida, donde disfruto mucho y tengo muy buenos compañeros», afirma David. Aunque hizo algo de fútbol, «la verdad es que no me atrajo mucho y nunca destaqué». En Fuente Palmera hubo una escuela de kárate «bastante buena de la que salieron José Antonio Carrasco Hens, Fernando Carrasco, Miguel Pérez, el Sema de Ochavillo, Ramón, entre otros». David Rivero también hizo poco después full-contact y algo de atletismo, como marathones y carreras populares de 10 y 20 kilómetros. Luego, cuando empezó a viajar y «a cambiar de aires», dejó un poco el deporte «porque era difícil mantener una rutina cuando estás fuera de casa». Eso sí, «cuando regresaba a Fuente Palmera volvía a practicar kárate, aunque ya no existía la escuela y me desplazaba a La Carlota».
Fue a través de un amigo, también aventurero, como le llega el interés por el triatlón. «Me habló de que había hecho un ironman, que había sido super duro, muy intenso y me incitó a pensar en ello. Como todo proceso, al principio lo ví imposible, luego empezé a leer sobre el tema, lo fui viendo menos lejano y la última vez que estuve trabajando en el barco, sabiendo que en alta mar tienes todo el tiempo del mundo, me metí con mucha información sobre nutrición, entrenamientos, técnicas de natación, vídeos, etc. Al dejar el barco en noviembre del año pasado, supuestamente tenía que haber regresado en enero, pero preferí quedarme en España a ver si encontraba trabajo. Como sabía que también iba a tener tiempo libre, decidí prepararme el ironman. A finales de enero empezé a entrenar, tenía cuatro meses por delante hasta el 23 de mayo, pero lo normal es que un triatleta se prepare esta prueba casi con un año de antelación».
No obstante, David realizó en abril un triatlón de media distancia en Sevilla para ponerse un poco a prueba. «La verdad es que me fue mejor de lo que me esperaba, tardé menos de 5 horas, y me sentí muy cómodo a pesar de los problemas de rodilla que arrastro; ten en cuenta que después de varios meses en un barco sale uno un poco atrofiado y con una forma física bastante baja».
14 HORAS ININTERRUMPIDAS
Y llega la prueba de Lanzarote, considerada por los expertos como la más dura del mundo, especialmente por las condiciones climatológicas que siempre la acompañan. Esta vez no fue una excepción. Fuerte corriente en el segmento de natación, viento e incluso algo de lluvia en la bicicleta, y más viento y calor en la maratón. Estas pruebas tienen un límite de 17 horas para concluirlas, más un tiempo concreto por cada tramo. David Rivero empleó 14 horas, 1 minuto y 49 segundos. En el circuito de natación tuvo un momento crítico al encontrarse con un tapón de nadadores que le obligaron a pararse; fue entonces cuando los que venían por detrás le pasaron por encima y David tragó más agua de la cuenta, hasta el punto que vomitó y pidió auxilio; sin embargo, se repuso y consiguió salir del agua, acabando el tramo de natación.
David ya piensa en su próximo ironman, que puede ser el que se disputa en octubre entre Huelva y Portugal. «Si el trabajo me permite entrenarme voy a hacerlo, junto con un compañero de Écija».
Desde estas líneas, quiere «animar a la gente que le gustan los retos, a colonos que están mucho mejor preparados que yo, que los veo capaces de realizar esta prueba, a pesar de su dureza y del sufrimiento que conlleva. Si yo me lo he preparado en cuatro meses, es cuestión de proponérselo, es factible. Si no el de Lanzarote, otro menos duro. Sólo hace falta la capacidad suficiente para sufrir, tanto entrenando como en la carrera. Después de una prueba de este tipo se conoce uno mucho a sí mismo, tanto física como psicológicamente. Donde la mente crea que puede llegar, el cuerpo la va a seguir; se trata de entrenar lo suficiente para que el cuerpo sufra lo menos posible».