ANTONIO.- Me aguardaba en la puerta de la residencia. No parecía un anciano empobrecido ni abandonado. Quería decirme algo que no se atrevía a contarlo a nadie. Busqué un despacho. Nos sentamos. Me miró. Cogió mis manos para que le dieran fuerzas y con lágrimas en sus ojos grises habló: – Solo a usted me atrevo a decirle la verdad, el por qué estoy aquí, mis hijos me han dado una paliza, querían dinero, más dinero, y me negué a dárselo. Tengo tres, dos hombres y una mujer. Da igual, me golpearon con la misma intensidad. La policía los detuvo y el juez los dejó en libertad hasta nueva orden. Tengo miedo. Mi mujer, pobrecita, ya murió. No tuvo, menos mal, que pasar por esto. Tengo miedo, se lo repito, que vuelvan a buscarme. No quiero verlos nunca más, me han hundido mi vida para siempre. Ya no es posible rectificar el mal está hecho y es definitivo. Soltó mis manos, secó sus lágrimas y fue entonces cuando sus gemidos inundaron las paredes de aquel edificio. Eran gritos de desesperación. Un desgarro tan hondo que me impidió decir palabra. Lo abracé y sus lágrimas se fundieron con las mías ¿Qué se puede decir anta tanta maldad?, ¿Qué se puede decir cuando quien hunde tu vida son tus propios hijos llevados por la ambición del dinero?
(Nota; En este país llamado España, que actualmente parece un parque temático electoral, hay más de ocho millones y medio de personas que superan los sesenta y cinco años, de ellos y ellas sesenta mil (según unas fuentes), trecientos mil (según otras) sufren algún tipo de maltrato en el ámbito familiar y residencial).
ANTONIO, mi amigo Antonio ha muerto hoy mientras yo asistía a la manifestación por los derechos de las mujeres. Ha muerto en soledad familiar pero con el cariño de sus amigos y amigas de la residencia que ha sido su último refugio para encontrar el olvido a tanto dolor. Antonio, espero que hayas encontrado algo de la paz que esos ladrones que son tus hijos, nunca te dieron, Para ellos no puede haber piedad ni compasión!!!.
José Chamizo de la Rubia
08 de marzo de 2015