Año tras año, limpieza de lapidas y decoración del lugar, nos traen el recuerdo de aquellos que fueron esenciales en nuestras vidas y ahora no vemos a nuestro lado, aunque no hayamos dejado de sentirlos guiándonos de la mano en el día a día.
Es la ocasión perfecta para homenajear a nuestros seres queridos, a nuestros ancestros; aquellos seres que dieron luz y sentido a nuestras vidas y que son memoria fiel de lo que cada cual es en su esencia.
En casa velas encendidas y olor a gachas recién hechas que nos recuerda la importancia de las tradiciones que constituyen una base fundamental de nuestra cultura.
Con la llegada del otoño celebramos la festividad de Difuntos y de Todos los Santos como símbolo de la muerte de la naturaleza con hojas secas que caen de los árboles y la transición del verano al invierno.
Debemos saber que esta celebración procede de la cultura celta, que en este día vaciaba nabos y los decoraba con velas en honor a sus héroes, sus difuntos. Fue en el año 835 cuando la iglesia católica adoptó esta fecha como día de celebración, adaptándose la tradición celta. Desde ese momento cada pueblo católico, en función de su cultura y su manera peculiar de ser construyo un ritual propio de homenaje a los muertos.
Cierto es, que en los últimos años nos han llegado nuevas maneras de celebrar y festejar. Amantes, como somos, de la fiesta y el jolgorio, Halloween ha sido recibido con los brazos abiertos. Una ocasión más para disfrazarnos, corretear, saltar y celebrar.
La verdad es que un poco de fiesta no hace mal a nadie y que reír es la mejor manera de homenajear a los que ya no están, cierto que un disfraz y una fiesta son motivo de ilusión, es indudable que un truco y un trato siempre son bien recibidos…
Pero ante todo me encantaría que las nuevas generaciones conozcan y recuerden por siempre que junto a esta tradición celta reconstruida y maquillada por el mundo anglosajón, debe pervivir nuestra tradición propia, aquella que hemos ido reconstruyendo durante años.
¿Y por qué no? Caminar ambas de la mano.
Porque no hay que temer a lo nuevo ni huir de lo tradicional.
Porque con el devenir de los años todo se enriquece.
Porque estamos en continuo cambio y eso nos hace avanzar.
Y digo yo…si se baila flamenco en Japón, si se celebra la feria de abril en Barcelona, si se baila tango argentino en medio mundo…qué hay de malo en pasear una calabaza disfrazado y disfrutar de las risas infantiles que son el mejor antídoto para la depresión???