Les ha tocado vivir en una época complicada, en una sociedad donde no existe la calma, donde lo que prima es la inmediatez, y donde los referentes que les orienten aparecen difuminados. Paradójicamente, tienen acceso a muchísima información, pero están más desorientados que nunca, inmersos en un mar de estímulos que les impide centrarse y concentrarse.
Si a eso le unimos que casi les está prohibido independizarse, a no ser que compartan vivienda, ya que los sueldos actuales tan sólo les permite sobrevivir y no vivir, y que muchos de ellos y ellas terminan empleándose en oficios que no son para los que se formaron durante años, sin duda, todo esto genera el ambiente propicio para el desarrollo de todo tipo de problemas psicológicos y emocionales.
En las empresas cada vez más se está implementando el trabajo por objetivos, bajo la falsa creencia de aumentar la motivación y el rendimiento. Y sí, digo bien, falsa creencia, ya que la motivación va unida a factores muy distintos.
Entre las consecuencias negativas de trabajar por objetivos se encuentran:
• Estrés laboral. Trabajar con la sensación de que no llegas y que tu reconocimiento y tu trabajo depende de ello, lo que genera una alarma continua.
• Trabajar fuera de horario, ya que los objetivos marcados siempre son muy altos.
• Mal ambiente laboral, se fomenta la competitividad.
• Escasa cooperación con los compañeros, cada uno se centra en su propio desarrollo.
• Se pierden los momentos de respiro, la persona siente que no tiene tiempo para parar (incluso se come en el trabajo al lado del ordenador).
• Agresividad e irritabilidad, debido a los altos niveles de cortisol a consecuencia del estrés, lo que hace que se produzcan más conflictos.
• La persona siente que está siendo continuamente evaluada, por lo que trabaja bajo presión.
• Apatía y desmotivación, ya que no parece haber un equilibrio entre esfuerzo y recompensa.
• Episodios de ansiedad y depresión debidos al estrés continuado.
• Peor rendimiento laboral.
• Bajas continuadas por problemas psicológicos.
La motivación se define como el conjunto de factores internos o externos que determinan, en parte, las acciones de una persona. Cuando alguien está motivado, sus acciones y energías están dirigidas a alcanzar una meta concreta.
La motivación óptima surge de la combinación adecuada de esos factores internos (amor propio, satisfacción personal, independencia, fuerza interior, confianza…etc.) y externos (sueldo acorde a la valía personal y profesional, sentirse valorado, sentir que se aporta al equipo de trabajo, reconocimiento del esfuerzo personal…etc.).
El trabajo por objetivos “malrecompensa” la productividad, convirtiendo a la persona en una máquina, donde su parte emocional no se tiene en cuenta, creando el caldo de cultivo idóneo para el desarrollo de la ansiedad y la depresión.
En psicología hay un término para explicar lo que les está pasando a nuestros jóvenes, se llama Indefensión Aprendida. La indefensión aprendida es un estado psicológico que se manifiesta cuando una persona comienza a sentir que es incapaz de modificar alguna situación, comportamiento o estado mediante sus conductas.
Este estado psicológico suele aparecer cuando vives situaciones de forma reiterada en las cuales tus actos no generan el efecto deseado, y te sientes incapaz de hacer algo ante ello.
La percepción del entorno como incontrolable, independientemente de nuestros actos, es el que desencadenará este estado. ¿El resultado?… una apatía generalizada… ¿para qué me voy a esforzar si no puedo cambiar nada?
Nuestros jóvenes se merecen trabajos dignos, con condiciones de trabajo dignas, se merecen poder independizarse y crecer personal y profesionalmente. Se merecen sentir que tiene control sobre su vida, donde exista un equilibrio entre el trabajo y el ocio, y desde luego, se merecen ser tratados como seres únicos e irrepetibles y no como máquinas.