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Juan José Garrido vuelve a sus raíces en el pregón de feria de Fuente Carreteros

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Fuente Carreteros
El catedrático de Genética de la UCO tuvo también el honor de encender el alumbrado tras un discurso exquisito y tras la presentación por parte de la primera teniente de alcalde, María José García, y de la concejala de Festejos, Carmen Hidalgo. La noche continuó con las actuaciones de Parazetapop y Stereo Versiones.

Juan José Garrido Pavón nació en Fuente Carreteros y con 11 años se trasladó con su familia a Encinarejo. Siempre sintió un gran interés por el descubrimiento científico, convirtiendo esto en su gran pasión.

Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de Córdoba, realizó estancias postdoctorales en la Universidad de Glasgow (Gran Bretaña), Instituto Nacional de Investigación en Agroalimentación (INRA, París, Francia) y el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA-INIA, Madrid, España).

Fue premiado en la primera convocatoria del Programa de Investigación Ramón y Cajal. Desde 2010, Profesor Titular del Departamento de Genética de la Universidad de Córdoba. Es miembro de la Junta de la Facultad de Veterinaria, investigador principal en siete proyectos de investigación del Programa Nacional de I+D… Son solo algunos datos de su extenso y brillante currículum.

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Juan José Garrido comenzó expresando su inmenso orgullo y, al mismo tiempo responsabilidad, por ser el pregonero de su pueblo y de la feria. Confesó que su manera de abordar esta tarea era «mirando para adentro, recurriendo a la memoria para abrir la caja de los recuerdos y dejar que aquel Fuente Carreteros que yo viví, hable ahora a través de mí».

«Momentos y recuerdos en blanco y negro, como aquellos plasmados tantas veces en las fotos de Galán que se guardaban en las cajas de carne membrillo». Aunque se fue muy joven de Fuente Carreteros, «nunca me fui del todo».

Recordó los colores del campo que pintaron su infancia. El verde tierno de los trigales en los paseos por la carretera hasta el pozo potable. O el verde umbrío y fresco de los eucaliptos en los Manantiales, en la fuente de La Zorra o en la fuente Las Pilas.

También el oro vibrante del verano, cuando los campos segados se convertían en terrenos para jugar al fútbol, hacer carreras o perderse entre rastrojos y girasoles, bajo aquel sol que lo inundaba todo.

En otoño, el ocre nostálgico y las bandadas de avefrías que alzaban el vuelo cerca de la laguna de «Gabriel». Y en invierno, ese gris callado «solo roto por el humo de la chimenea que encendía mi abuelo Curro Pavón en la cocinilla, por la mañana muy temprano, transformando la casa número 19 de la calle Carreras en un refugio cuyo recuerdo aún hoy calienta mi corazón».

Asimismo, le vinieron a la memoria los sonidos de la vida sencilla: niños jugando a cincha-funda, niñas saltando a la goma, las voces en los veladores del Pulga y del Sargentillo, con los televisores en alto, que parecían extender el salón del bar hasta la calle entera.

Juan José Garrido recordó los olores y sabores de la cocina de su madre: el gazpacho blanco, el pisto espeso o los pestiños con miel. También el pan recién hecho en la panadería de Magallanes y las meriendas de pan y chocolate con su amigo Antonio sentado en el pilón del pozo.

Reconoció que aquellos primeros once años en Fuente Carreteros marcaron el rumbo de su vida. «La naturaleza fue mi primer laboratorio. Y esa curiosidad que aquí nació me acompañó después en mis estudios, a dedicar mi vida a explorar los secretos de la biología».

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Por otra parte, mencionó los nombres de algunos de los compañeros de infancia: Antonio, Francisco, Ramón, Salvador, Juan Manuel, Mariano, Juan Luis… con los que compartió risas y vivencias inolvidables.

Igualmente los de familiares, abuelos, tíos, tías, primos… «que dieron calor y sentido a cada instante de mi vida en este pueblo». Se detuvo mucho más en su padre, Julio, el de la cooperativa. «Un hombre de silencios largos y manos curtidas».

«Su mayor anhelo era que mi hermana Paqui y yo no repitiéramos su dura historia de trabajo en el campo. Sabía que los libros eran la llave de una puerta que él no pudo abrir, pero que soñaba con que nosotros cruzáramos».

Julio vendió la casa del pozo, no por necesidad, sino para cortar ataduras y darles la oportunidad de estudiar. «Esa generosidad, esa fe en el futuro, me ha acompañado siempre», señalaba Juan José.

Y por supuesto, su madre, un ejemplo de las mujeres que han tejido el alma de Fuente Carreteros, que llevaban la casa a cuestas y cuando era necesario, se echaban al hombro la economía familiar recogiendo algodón o aclarando remolacha en el Montecillo, las Valbuenas, la Tomiza o Tarancón.

Su madre, embarazada de él, ataba el saco de algodón a su cintura ensanchada, como si pudiera con todo -y podía-, porque en esa época no había descanso, ni queja ni reconocimiento, pero sí dignidad, amor en cada gesto y una fuerza que movía montañas.

A continuación pasó a hablar de sus antepasados colonos: «Soy descendiente directo de Bartholomé Wernet y su esposa Katharina Aicher, que llegaron desde la región alemana de Baden-Württemberg. Y de Andreas Dughi, proveniente de Suiza y que dio origen a toda la descendencia de los Dugo».

Hoy, sus hijos Marina y Julián son descendientes en octava generación de estos colonos centroeuropeos que cruzaron fronteras para hacer brotar la vida en esta tierra, dejando un legado que viven en nuestras tradiciones. En este punto mencionó la Danza de Los Locos y el Baile del Oso.

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Por último, habló del reencuentro que supone la feria, «el abrazo sin tiempo que une a los que están, a los que vuelven y a los que nunca se han ido del todo».

«Este pregón es para todos: para los fundadores de Fuente Carreteros; para quienes lo sostienen cada día; para los emigrantes; para los ausentes; y para todos los que sueñan con un futuro luminoso para este pueblo; es un reconocimiento al nuevo camino que nuestro pueblo ha comenzado como municipio independiente».

Finalmente, agradeció a la corporación municipal actual y a las anteriores la labor de mantener las costumbres, cultura y tradiciones. Y deseó a los carretereños y carretereñas, forasteros y amigos, «una feria llena de alegría, reencuentros y emociones».

Como colofón, María José García y Carmen Hidalgo le entregaron una placa de recuerdo a Juan José y un ramo de flores a su mujer, Oti. El pregonero apretó el botón y la feria se iluminó de color.

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