Juan José Aguirre, que hace unas dos semanas recibió el 17º Premio Convivencia de la ciudad de Ceuta en reconocimiento a su labor durante cuatro décadas en República Centroafricana, ha visto en los últimos años la peor faceta del ser humano y la extrema dificultad de los cristianos que viven allí, pero no sólo ellos.
Monseñor Aguirre relató que los religiosos españoles en la República Centroafricana se pueden contar con los dedos de una mano, «somos muy pocos. Hay cooperantes que están aquí, hacen un trabajo excelente durante meses o incluso algunos años, pero luego se marchan. Solo los misioneros estamos aquí permanentemente. Yo empecé con 28 años cuando llegué por primera vez y ahora tengo 64. Aquí he tenido tres infartos, de los cuales he salido adelante, y tengo nueve muelles en las arterias que me protegen de muchas cosas».
«Sustancialmente la República Centroafricana, que es la tercera nación más pobre del mundo, fue conquistada por un grupo de mercenarios venidos del Chad y pagados por los países del Golfo. Estos mercenarios se fueron convirtiendo en los llamados 14 señores de la guerra, la mayoría de ellos son extranjeros. Por ejemplo, el que tenemos en la zona de Bangassou formó un grupo llamado UPC (Unión para la Pacificación de Centroáfrica) y han provocado muchas matanzas».
«Muchos soldados del sur pertenecen a una etnia de Níger llamada los fulani. 17 millones de personas viven los efectos devastadores de la desertificación en el Sagel y se van a reinstalar en África por mandato especial de la Unión africana. Esto está provocando movimientos de los fulani, pastores nómadas que se mueven con sus ganados, en busca de pastos y agua en campos de zonas de cultivadores. Esta búsqueda ha generado gran cantidad de luchas en 2018 y en 2019 entre cultivadores y nómadas. Y ha supuesto gran cantidad de muertes en Nigeria, en Burkina Faso, en Níger, en el norte de Malí, en el norte del Chad, y todo ello repercute en Centroáfrica».
«Los señores de la guerra están abriendo corredores para que los fulani puedan entrar en Centroáfrica y puedan quedarse en una zona al este de mi diócesis, llamada alto Bomu, donde hay tres misiones Boki, Imigenio y Obo».
«Nuestro trabajo es estar con la gente en situación de alto riesgo. Situación que vivimos en Centroáfrica. Mis sacerdotes, las monjas y algunos cooperantes están viviendo situaciones de alto riesgo, todos nos queremos quedar aquí, nadie quiere irse. Como la hermana Inés, que por mucho que sus hermanos le dijeron que se fuera, ella decía que las chicas de la costura la iban a proteger, no fue así, el ataque fue de noche».
«La gente muchas veces nos protege. Vivimos en zonas de desplazados, en zonas de alto riesgo y aquí simplemente estamos con ellos, con los pobres a los que nunca les pedirán su voto ni su opinión».
«Esta pobre gente, que son unos 500.000 o 600.000 centroafricanos, se ha desplazado huyendo de un sitio a otro, han sido expulsados y se desplazan perdiendo todo cuanto tienen una vez que les han quemado sus casas. Han utilizado el fuego como arma de guerra, y han quemado sus semillas, su colchón, sus mosquiteras, sus ropas, y están aquí, en Bangassou».
«Tenemos cuatro campos de desplazados, uno de ellos musulmán donde recogimos hace dos años de una muerte segura a 2.100 personas, porque los musulmanes estaban siendo degollados. De hecho, 30 murieron y el resto los pudimos sacar tres días después de estar delante de la mezquita».
«Y desde hace dos años tenemos un campo de desplazados musulmán en medio de un campo de desplazados de no musulmanes. La lucha en Centroáfrica no es una lucha entre musulmanes y no musulmanes. Eso es una cortina de humo para esconder el problema real: traer a los fulani hacia zonas de pastos y de agua, y traer a todos los que están alimentando a los señores de la guerra que son países del Golfo».
«En el Golfo la gente ahora está buscando minerales en Centroáfrica porque se dan cuenta que el petróleo dentro de 10 años se va a devaluar, cuando Europa tenga gran cantidad de coches híbridos o de electricidad, y buscan oro, diamantes, cobalto, manganeso. Y con los países del Golfo han llegado China y Rusia para formar soldados centroafricanos. Esto supone una grave problemática con consecuencias para la gente inocente».
«Mis curas aguantan. Los más afectados son aquellos que tienen problemas de shock postraumático, aquellos a los que les han apuntado con una metralleta diez minutos en la sien y han pasado mucho miedo. Hemos tenido que recoger tres soldados de la ONU despedazados para meterlos en la base de los soldados de las Naciones Unidas. En Bangassou la mayoría de ellos son marroquíes».
«Recoges cadáveres de niños con el pecho abierto de un balazo o haces un enterramiento en una fosa común con cantidad de personas, mujeres, niños, ancianos. Eso te marca y se queda como un shock postraumático. Lo que solemos hacer con las personas que sufren es llevarlos a la capital y distraerlos para poner tierra por medio y así intentar paliar la situación. Normalmente todos vuelven. Y aquí estamos, viviendo con este pueblo las circunstancias tan tremendas que tienen que vivir».