500 firmas piden en La Ventilla una calle para Modesto el del quiosco

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'Modesto, el del quiosco'
Esta es la conmovedora historia de una de esas personas –que siempre son pocas-, que dejan huella allá donde vivieron, una huella enternecedora, positiva, enriquecedora. Es la historia de un hombre bueno, un ejemplo de superación, volcado en su familia y que puso toda la pasión en un quiosco que le brindó el acogedor pueblo de La Ventilla.

Modesto Fernández Lucena nos dejó hace nueve años, en junio de 2011, cuando tenía 83 años. Nació un 12 de enero de 1928 y su vida estuvo plagada de momentos buenos y malos, que siempre supo afrontar junto a su mujer, Araceli Requena García, que tiene a día de hoy 86 años.

Se casaron en Fuente Palmera y tuvieron cuatro hijos. El primero, Manuel, falleció a los pocos días de nacer a causa del tétanos. Luego llegó una segunda hija, Efigenia, con síndrome de Down y que falleció recientemente, hace tres años. Posteriormente nacieron Araceli y Fernando, que le dieron cuatro nietos: Araceli e Irene, y Aitor y Fernando.

La iniciativa de querer que Modesto Fernández tenga una calle, plaza o parque en La Ventilla parte de sus nietas Irene y Araceli, a raíz del cariño que ha despertado siempre su abuelo y de su dedicación de casi cuarenta años al servicio de este pueblo colono, al que llegó en unas circunstancias muy adversas, supo rehacerse junto a su familia y su esposa y salir adelante.

“Nuestro abuelo siempre ha sido una persona muy reconocida y respetada en La Ventilla”, nos cuenta Irene, “a la que se entregó tanto y estuvo tan presente que cuando hemos empezado a recoger firmas para este fin los vecinos se han volcado y a la misma vez hemos ido conociendo anécdotas, ya que fue mucha gente y varias generaciones las que pasaron por aquí, por su quiosco. Creemos que por la persona que ha sido, por cómo se tomó su trabajo y por lo que dejó a nivel personal, merece tener un recuerdo que perdure en el tiempo”.

Se han recogido unas 500 firmas, prácticamente de todos los habitantes de La Ventilla mayores de 18 años, pero también vecin@s de Fuente Palmera y ventiller@s que residen en otros sitios. Además de en la farmacia y en el Coviran de La Ventilla, se dejó el documento para firmar en el Centro Médico La Colonia, en la peluquería Las Maravillas de Alicia y en el Coviran Pistón Lora de Fuente Palmera. Y alguna vecina igualmente ha colaborado a título particular en la recopilación. “Nos ha sorprendido la respuesta popular porque creíamos que sólo era conocido aquí en La Ventilla”.

Araceli valora asimismo la educación que les transmitió a sus nietos y en especial a ellas, que por edad recuerdan tantos y tantos momentos con Modesto en el quiosco y en su casa, donde también tuvo una tienda. “Estamos muy agradecidas por ello y esta iniciativa es una forma de retribuirle un granito de arena de todo lo que nos aportó”.

El quiosco era mucho más que un establecimiento donde se vendían chucherías, altramuces, helados en verano, churros y dulces en una época e incluso juguetes por Navidad, “era un punto de encuentro, de conversación, él fue testigo de la evolución del pueblo; venía gente de fuera a comprar, de Las Lagunas, de Fuente Palmera y de toda La Colonia, pero también a hablar con nuestro abuelo, porque era una persona muy honesta y clara, que te aconsejaba desde la humildad y el respeto”. Modesto siempre tuvo claro que la formación era importante, a pesar de que él no la tuvo, por lo que animó mucho a los niños y niñas a estudiar. “Nos consta que algunos incluso que pensaban dejarlo, hicieron al final una formación profesional o aprendieron un oficio. Él defendía que había que ser el mejor o la mejor en lo que hicieras. La verdad que fue doblemente feliz cuando nos vio a nosotras llegar a la Universidad. Realmente él fue quien más nos apoyó en este aspecto”.

Modesto y Araceli llegaron a La Ventilla tras la gran arriada de 1963, que les hizo perder su vivienda y todo lo que tenían en una zona rural de Almodóvar del Río, donde Modesto trabajaba. Se vinieron a vivir a casa de la madre de Araceli.

A partir de entonces, Modesto iba cada día en bicicleta hasta Almodóvar. Poco a poco fue perdiendo movilidad en las piernas y tenía dificultades incluso para llegar a su puesto de trabajo. “Había días que se lo encontraban tirado en la cuneta porque se caía de la bici y no podía levantarse. También tenía un amigo de aquí de La Ventilla que iba con su moto a buscarlo cuando veían que era muy tarde y no había regresado”.

Fue entonces, narran Irene y Araceli, “cuando ya vio que no podía seguir con su labor en el campo ni tampoco desplazarse, surgió lo del quiosco, aunque antes estuvo vendiendo con un carrito por todo el pueblo hasta que ya sus piernas se lo impidieron”.

Las nietas de Modesto también recalcan el papel de su abuela, “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, le ha tocado pasar mucho en la vida, pero ha tenido una entrega, una paciencia y un cuidado para con su familia increíbles… sin embargo jamás les hemos oído quejarse de nada, al contrario, siempre para adelante, planteando soluciones y levantándose cada día con optimismo y una sonrisa para superarlo todo. Nos dice que cogía en un brazo a nuestra madre, en otro a Efigenia, y el abuelo que no andaba… y todos íbamos a la pila a lavar la ropa”. Araceli Requena está muy emocionada con toda esta iniciativa y la idea de que una calle o plaza pueda llevar el nombre de su marido.
Araceli e Irene comentan que “hemos sido muy afortunadas por vivir bajo su ejemplo, un ejemplo muy vivo porque las cosas se aprenden con ello, te las pueden decir teóricamente, pero cuando tú ves ese esfuerzo, esa lucha con tantas adversidades, esa alegría… te preguntas que si nosotros tenemos muchas cosas a favor, cómo no vamos a sacar nuestra vida adelante”.

Así, cada mañana muy tempranito, sobre las 6.30, ya tenían abierta la tienda de su casa a disposición de todo el que pasara por ahí. Este establecimiento lo mantuvieron cuando surgió lo del quiosco en la plaza, el cual permanecía abierto desde por la tarde hasta por la noche.

“Un quiosco que no cerraba ni en Nochebuena, durante la feria hacían churros… una entrega los 365 días del año… mi abuela barría no solo la zona del quiosco, sino toda la plaza después de una noche de feria… no querían que el quiosco fuera objeto de ningún comentario y que siguiera siendo un punto de armonía para todos… la vecinas también les ayudaban, la verdad”.

Homenaje a Modesto cuando cerró el quiosco

Después de casi cuarenta años al frente del quiosco, llegó el momento de la jubilación. Fue en diciembre de 1997, a pocos días de cumplir los 70, y recibió un homenaje de tod@s l@s vecin@s. El periódico El Colonial le dedicó un artículo –escrito por su nieta Irene, con tan sólo once años-, y el Diario Córdoba le hizo una entrevista.

“Estaremos muy agradecidas si el nombre de nuestro abuelo figura en un lugar representativo”

Tras la recopilación de esas 500 firmas, Irene y Araceli las llevaron ayer al Ayuntamiento y estuvieron hablando con el alcalde, Francisco Javier Ruiz, que las felicitó por la iniciativa y les comentó que el respaldo popular es muy importante en este tipo de procedimientos. Llevará su tiempo, ya que tiene que pasar por el Pleno y los trámites administrativos.

Las nietas de Modesto no se han decantado abiertamente por ningún sitio en concreto. “Lo hemos dejado a criterio de lo que sea posible, simplemente que sea un lugar representativo, hay calles que no tienen nombre y el parque tampoco, que es un sitio de encuentro de niñ@s, pero que si fuera una calle estaremos igualmente agradecidas”.

Araceli e Irene, en el lugar donde su abuelo tenía el quiosco

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