Buenas noches. Muchas gracias a todos y todas los que habéis hecho un hueco en vuestras vidas para estar hoy aquí..
Bienvenidos a este acto de introducción a la Feria Real de la Colonia de Fuente Palmera.
Muchas gracias al Excelentísimo Ayuntamiento de Fuente Palmera por haber decidido que fuese yo este año la pregonera de tan hermosas fiestas.
Cuando recibí la propuesta de anunciar el inicio de la feria, y tras pensar que era una broma que se me gastaba, vinieron a mi corazón recuerdos muy entrañables.
Si bien es cierto que soy de Córdoba con sangre melariense en mis venas, heredada de una familia con raíces en Fuente Obejuna, mis recuerdos de infancia están muy unidos a Fuente Palmera.
Al pronunciar el nombre de este pueblo, mi mente viaja a esos años de la niñez en que mi padre me acompañaba al colegio y de camino pasábamos por la calle de la bodega, donde él trabajaba. Allí, en Transportes San Sebastián, mi padre, tras una pequeña taquilla, vendía billetes de autobús numerados y a los que ponía el nombre del viajero escrito cuidadosamente a mano. Lo recuerdo con nostalgia porque pasado el día, papá me regalaba la matriz de colores de esos billetes de autocar, pequeñas libretitas donde yo hacía cuentas y dibujos. En ocasiones, mi padre no estaba en su ventanilla, había que hacer refuerzo a la línea de Fuente Palmera y entonces yo sabía que pasaría el día viajando a ese lugar que para mí era lejano y desconocido. A Fuente Palmera, nombre de pueblo que en mi mente infantil tenía la magia del Macondo de García Márquez, escenario de novelas como Cien Años de Soledad o La Hojarasca; pueblo lejano como la Albanta que Luis Eduardo Aute creó para su hijo, mundo de sueños lugar perfecto al que viajar.
De mi padre aprendí que en los años 70 el viaje a Fuente Palmera se hacía por carreteras, no existía autovía. Eran muchos los que viajaban en lo que en el pueblo se conocía como “La Catalana”, y es que se llamaba así al autobús de línea porque cuando no existían estos transportes públicos en Córdoba y los cordobeses visitaban la Comunidad Catalana, veían estos vehículos identificándolos con ese nombre, de modo que cuando los primeros autocares llegaron a la capital cordobesa se les conocía de esta manera.
Rememoramos tiempos en que la mayoría de colonos no disponía de vehículo y Córdoba se hacía casi inalcanzable, tiempos en que si necesitabas algo de la capital se lo podías encargar a un conductor de autobús de línea a los que sus paisanos apodaron “el Santo”. También supe que Juan Doblas, José Marín y José Galán eran los encargados junto a Manolo Dugo de hacer los trayectos regulares de “Las Catalanas” a Fuente Palmera, Fuente Carreteros y Ochavillo del Rio.
A través de mi padre tracé el plano de una Fuente Palmera que terminaba a un lado en la calle Torrijos y al otro extremo en la calle Carlos III. Me contó cómo el bar de Las Tinajas estaba muy a las afueras junto a una laguna. Imagine el establecimiento de Antonio Aguilar, antiguo alcalde de Fuente Palmera, con su mostrador de madera, lugar donde se vendían los billetes de autobús y se entregaban y recogían paquetes, allí cada día Antonio no solo vendía los billetes sino que recogía encargos y entregaba sueños procedentes de la capital a los colonos.
Hace 16 años aproximadamente, el Patronato Provincial de Servicios Sociales me asigno esta zona como educadora social que era.
Mi llegada a Fuente Palmera supuso una nueva ilusión, un nuevo reto de trabajo. Tuve la oportunidad de conocer a diferentes sectores de la población, sus necesidades e inquietudes. Me sorprendió el tejido asociativo de la Colonia: asociaciones de mayores con inquietudes y dinamismo; asociaciones de mujeres decididas y valientes; Ampas deseosos de actividad y formación; niños y niñas activos que guiados por monitores ilusionados ayudaron a iniciar la experiencia de un verano diferente en La Colonia…así nació el “Verano Guay”.
Durante aquellos años conocí la necesidad de dar respuesta educativa a la primera infancia de la localidad y a su vez posibilitar que las familias pudieran trabajar con la tranquilidad de que sus hijos e hijas estarían bien cuidados. Me sentí afortunada al superar el proceso de selección que me llevaría a dirigir la nueva Escuela Infantil Municipal de Fuente Palmera, llamada Juan María Rodríguez Lloret en memoria de un niño de Fuente Palmera que acompañó todo este proceso desde el cielo.
Por la “Guardería Municipal” como todos la llaman, han pasado cientos de familias y de pequeñines que año tras año han ido ocupando un hueco en mi corazón.
Durante estos 16 años Fuente Palmera ha crecido no solo físicamente o a nivel demográfico, he sido espectadora del proceso de crecimiento cultural , educativo y económico de una población que es el reflejo de la lucha de aquellos colonos de los años 70.
Espíritu colono por lo luchador, por la capacidad de asumir riesgos, emprendedor y trabajador. Capaz de luchar aquí por lo suyo o de emigrar lejos si es menester.
Espíritu colono que abre los brazos a quien viene de fuera, preguntando al principio de dónde eres y acabando con el paso de los años sorprendiéndose de que no seas de aquí.
Espíritu de pueblo con raíces, con su particular idiosincrasia, que me ha enseñado a llamar a mi perro “TUTU”, a ponerme bien la ropa “atacándomela”, a dar besos de sana sanita cuando un pequeñín se hace “bibi”, he aprendido que los “locos” bailan estupendamente y los osos no son tan fieros; que puedes ir a tiendas donde te llaman por tu nombre y se interesan por tu vida mientras teclean la máquina registradora; que puedes salir a la calle pero no debes llevar prisa porque cada tres pasos encontraras a una persona que te conoce y se interesará por ti.
Espíritu colono de pueblo que me ha enseñado que la vida así es tranquila y apacible y que da calidad a tu vida.
Pueblo que sabe dejar todo a un lado y disfrutar del aquí y ahora.
Pueblo que vive la fiesta como comunicación y no sólo ruido. Fiesta como intimidad que se venga de la soledad impuesta. Celebración generosa, sin trabas, para reír, para soñar, para gustar, para entablar una larga conversación sin prisas. Feria que es retorno para los que partieron, que es reencuentro de familias, veladas interminables de disfrute y alegría.
Feria que huele a pueblo engalanado con su mejor vestido y su mejor sonrisa.
Feria como brisa fresca de verano que saca hacia fuera a nuestro niño interior y nos rejuvenece el alma.
Como diría el escritor Carmelo Sancho Liarte:
“Dejad que suene la música
y que impregne al pueblo entero
que vivan sus fiestas grandes
pequeños, mozos y abuelos.
Que se engalanen las plazas
y calles con sumo esmero
que repartamos abrazos
a los que vuelven al pueblo.
Que la emoción reprimida
brote a raudales sin miedo
para expresar a sus gentes
que viven con su recuerdo.
Sepamos ser generosos
y abramos los corazones
para albergar esperanzas
de un ayer con ilusiones.
Las fiestas de un pueblo son
cual centro de reuniones
saludas a viejos amigos
llenándote de emociones.
Retrocedes en el tiempo
hablando con tus paisanos
reconociendo al unísono
que fueron tiempos más sanos.
Benditos sean los pueblos
con paz y tranquilidad
como este que hoy pregono
y su gran personalidad. “
Muchas gracias
Feliz Feria Real de la Colonia de Fuente Palmera!!!