Una de las tradiciones únicas de Fuente Carreteros, herencia de sus orígenes centroeuropeos, va a seguir adelante como cada año, pese a que la forma de organizarse sea otra lógicamente por la situación de la crisis sanitaria que sufrimos. Para la localidad y su ayuntamiento es importante que una de sus fiestas populares más genuinas no se pierda ni tan siquiera un año, y más cuando son los más jóvenes los mayores protagonistas de ella.
Desde el Consistorio ya anunciaron su celebración hace unos días y no quieren que ni tan siquiera estos días en los que tenemos que quedarnos en casa, se pierda la ilusión de pintar el huevo.
L@s participantes serán todas las niñas y niños que quieran, de hasta 12 años y empadronad@s en Fuente Carreteros, a l@s que se les hará entrega de un detalle y un diploma de participación.
Cuando tengan terminado su huevo, tendrán que mandar una foto de su trabajo al correo electrónico huevospintadosfc@gmail.com indicando el nombre del autor o autora, antes del viernes 10 de abril.
Los trabajos presentados se publicarán el domingo 12 de abril (Domingo de Pascua), y los detalles y diplomas de participación se entregarán una vez concluya el período de alerta sanitaria.
Un poco de historia
Los Huevos de Pascua o Huevos Pintados es una costumbre pagana muy popular que celebra el retorno de la primavera, la fertilidad o el renacer de la vida coincidiendo con la Pascua. Según los testimonios de las mujeres más mayores de Fuente Carreteros, había varios métodos a la hora de pintar los huevos. Por un lado, se hervía en primer lugar un trapo, casi siempre rojo, color característico de los Huevos de Pascua, que con la cocción soltaba el color en el agua. Seguidamente se echaba el huevo, que al hervir absorbía esa especie de tinte y quedaba perfectamente impregnado. También se usaron otros sistemas como los polvos de colores que vendían antiguamente en las tiendas para aplicarlos en la pintura de las casas. Asimismo, se utilizaba el llamado colorín, que no era otra cosa que la ya desaparecida Mercromina, que posteriormente fue sustituida por el también fármaco Betadine. Incluso existió otra fórmula que era pintarlos con azafrán.
Entre las costumbres y anécdotas de antaño, ocurría que a los niños y niñas se les solían «caer» los huevos de los canastillos de crochet, y como se rompían, se los comían e iban a pedir más a sus madres y/o abuelas. Lo normal era que, hace cincuenta o sesenta años, cada niño o niña pudiera disponer de dos o tres huevos, como mucho de alguno más que se lo regalaban las madrinas u otros familiares. Era raro que se disfrutara de más cantidad, ya que la situación en aquella época no era precisamente la de poder derrochar un alimento tan básico. También era tradición en esos años que la fiesta se prolongara tres días: Domingo de Resurrección, lunes y martes.