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Antonia Roldán Arriaza, una musa de las artes a los 87 años

Personas y arte
Antonia Roldán, en uno de los patios de su casa
La Colonia de Fuente Palmera como la concebimos hoy día está sustentada por el esfuerzo incansable de las personas mayores que han entregado la fuerza y vitalidad de sus vidas en beneficio del desarrollo de la sociedad local.

Cuando hablamos del milagro de la evolución sufrido en las últimas décadas son varios los aspectos importantes a tener en cuenta, como por ejemplo el impulso del regadío a favor de la agricultura o el avance en la búsqueda del perfeccionamiento en el sector nupcial, entre otros muchos fenómenos.

E incluso hoy día, no han dejado de ser relevantes, pero no por ello dejamos de valorar como el verdadero esfuerzo recae de forma incansable en un pueblo luchador y dinámico, acostumbrado a desplegar una férrea voluntad donde poco valor tienen las palabras derrota o cansancio, ya que en el diccionario también existen otras palabras que arraigadas y como si esculpidas en piedra se tratara, adquieren significado por ellas mismas y pueden llegar a suponer la seña de identidad de todo un pueblo.

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Y todavía más concretamente cuando hablamos del caso de mujeres fuertes y luchadoras y con ello nos referimos a términos como arrojo, emprendimiento, imaginación, esfuerzo, solidaridad y afán de superación y con ellas como armadura y escudo, se lanzan cada día los colonos y colonas a luchar por aprender y con la esperanza de mejorar y de contribuir a dejar mejores personas para este mundo que por extensión sería algo parecido a nuestra casa. Es por ello que hablamos de nuestros mayores, los actuales abuelos de la Colonia.

Hoy tenemos en la sección de Sin Anestesia, a Antonia Roldán Arriaza, una señora que se siente ochavillera, natural de Ochavillo del Río, aunque no por ello deje de reconocer que en la actualidad se siente feliz por vivir en Villalón, ya que son muchas las vivencias que avalan los recuerdos compartidos en ésta su segunda aldea.

Infancia

A sus ochenta y siete años prefiere no recordar los lances de su dura infancia vivida. Solamente, decir que nació en el año del inicio del hambre, como ella misma señala, en 1936. Se crió pegada a la fuente de Villalón, donde su padre se vino para trabajar de hortelano a una huerta en la que había una noria que sacaba agua de un arroyo.

Y la casilla donde vivían, con una tromba de agua se derrumbó. Se reformó después del desastre y ya se reforzó con techo de choza y paredes de tapia y así aguantaron otro puñado de años más. Recuerda que su llegada a Villalón se produjo a los siete años de edad. A su padre le decían Azuca, a su madre Azuquica y a ella como no podía ser de otra manera, Azúcar también.

Ha crecido en el seno de una humilde familia configurada por ocho hermanos. Con diez u once años trabajó de niñera, en casa de la señora Fernanda y luego pasó a casa de su suegra Loles, que por aquella época se quedaría viuda. Y esto lo haría para quedar satisfecha de comida y alejarse un poco de la penuria que se vivía en la época.

Estuvo tres o cuatro años con cada una de estas familias. Bernete, el hijo de la señora Fernanda, era al niño que iban a bautizar cuando conoció al que iba a ser su marido. Y nos cuenta como ella solía ir cargada de cántaros de agua e incluso en otra ocasión de botellas de aguardiente y fue en una de estas ocasiones cuando su marido, antes de casarse, le gastaba bromas con la picardía de la insinuación, aprovechando que ella tenía las manos ocupadas.

Con catorce o quince años empezaron a salir juntos, época en la que él ya había venido de la mili. Como el entonces novio era bastante mayor que ella, no querían que nadie los viesen juntos. Y él iba a la fuente por agua y la volvía a tirar por el solo motivo de esperar para ver a su amor. Cuando Antonia cumple los veintiuno se casó y al año siguiente nace su hija Rosario, que es la mayor de los cuatro hermanos.

Madurez

Antonia tuvo cuatro hijos, primero Rosario, después Dolores que le dicen Lola, Eloy que es peluquero en Fuente Palmera y por último Águeda, que vive en Granada. Cuatro hijos por los que tuvo que trabajar de forma incansable. En un principio tenía que ir andando hasta llegar a los campos donde estaba el tajo, luego empezó a usar la bicicleta y por último, con su marido que primero iban en moto y al cabo de los años, ya hacían los desplazamientos en coche.

En la finca del Temple en Almodóvar del Río, tenía un cuñado que era encargado y trabajaban allí por recomendación, aunque de las largas jornadas de trabajo no los libraba nadie. Y allí se jubilaron, ella lo hizo en la misma época que su marido, ya que iban a trabajar juntos y a los sesenta años se jubiló, porque fue por entonces cuando se jubiló su marido y por ese motivo, también lo hizo ella.

Ella nos recuerda como ha cogido algodón, aceitunas, altramuces, trigo, cebada, garbanzos, pipas de girasol, habas e incluso piedras en la finca de El Bramadero. Aclarar que la casa que compraron cuando se casaron, tenía una puerta desvencijada, pero el suelo era de tierra. Y de cómo poco a poco fueron progresando a fuerza de arduo trabajo y sus cuatro hijos fueron saliendo adelante, hasta que también a ellos les iba llegando la hora de casarse e ir abandonando el lecho familiar.

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Actualidad

La vida actual si no hubiera fallecido su marido, todavía sería un encanto. Ya que como está reciente lo recuerda a cada paso que da. Y es una lástima con la que está aprendiendo a vivir día a día.

En la actualidad goza de una posición económica holgada. Compra a capricho, como nos reconoce. Y dispensa cariño por igual a sus siete nietos y tres bisnietos. Tiene bisnietos de catorce meses, de cinco y de diez años y es aquí donde cree haber conseguido el mayor logro en su vida, el tesoro de su familia.

Aficiones

A ella le gusta dedicar su tiempo a realizar crochet, delantales, bolsos, (por encargo de sus hijas y nietas), pinta manteles, le dedica tiempo al cuidado de las plantas, y a realizar elementos decorativos con piedras y conchas de la playa. Nos hace partícipe, de cómo en Ochavillo hace treinta años vio un sistema de
decoración a un señor conocido como Milano, que ya utilizaba esta técnica de construcción con piedras y cascotes de ladrillos donde hacia castillos y edificios altos.

Y ella empezó a forrar las macetas de chinos y piedras escogidas según tamaño, textura o color. Con esta técnica, aunque se mojen no se estropean las piezas decoradas. Las piedras las consigue del río Guadalquivir que está detrás de los sembrados en Ochavillo del Río, de la playa cuando va ella misma o encargándoselas a algún familiar, guardando siempre piedras y conchas para ocasiones posteriores en las que poder ejecutar así, la idea que se le venga a la mente.

Guarda la anécdota de cuando era mocita, cómo un año por la Candelaria mientras todos jugaban, ella se hizo el encaje de una almohada a ganchillo, que además era doble. Hizo algo de provecho y evitó el riesgo de quemarse con un tizón. Aplicando un claro ejemplo de filosofía estoica.

Antonia todo lo que se propone trata de ejecutarlo y de llevarlo a cabo, las barreras no existen en su glosario; no pudiendo evitar apreciar la sensibilidad especial que posee para el desempeño de las artes. Siendo además humilde porque dice que es sencillo lo que ejecuta.

Las figuras geométricas, formas abstractas, recreaciones florales, personas o incluso animales; nada escapa a su imaginación, ya sea cosiendo, tejiendo o incluso introduciendo alegorías con piedras, como curioso reclamo ante una forma original de concebir el arte que convierte cada rincón de su casa en un pequeño expositor a modo de museo improvisado.

Si alguien dijera que se trata de una musa de las artes, no creo que nadie lo pusiera en duda. Es más, si tuviese la oportunidad de enseñar sus técnicas y compartir sus conocimientos para que no se perdieran, creo que su generosidad se antepondría a la tranquilidad de una vida sosegada.

Callen las palabras y hablen las imágenes, solo así podrán entenderlo. (Ver galería más abajo).

Conclusión

Son las personas mayores las que poseen una ingente valía porque formaron y forman la historia, ya que todo lo que está construido a nuestro alrededor lo realizaron ellos. Vivimos en el mundo que ellos han construido, aportando tan poco nosotros, la gente de nuestra generación.

La experiencia recolectada en sus vidas, tenemos la oportunidad de que revierta en forma de consejos y aplicación práctica.

Servir de guías para las nuevas generaciones, lo que con tanto trabajo cuesta iniciar, con un patrón puede ser más fácil de alcanzar e incluso con posibilidad de tratar de mejorarlo.

La encarnación de un futuro mejor, es una óptima aportación que pueden desear para la sociedad y puede que la última tarea por desempeñar.

Galería de Imágenes:

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