Aunque muchos, cubanos y no cubanos, hemos visto que se han alegrado, para mí supone la pérdida de una persona que, en su momento, supo transmitir esperanza a un pueblo que se encontraba bajo el yugo de una dictadura, y ha mantenido la ilusión de mejorar a toda una nación, a pesar del enorme bloqueo al que la han mantenido, tantos años, las dos grandes potencias.
A pesar del Partido Único, vigilancia, estado policíaco, pobreza, ruina de edificios, etc., quienes hemos visitado Cuba, en vida de Fidel, hemos apreciado alegría, optimismo, ilusión, esperanza en un futuro mejor en la mayoría de los cubanos.
Personas acogedoras, hospitalarias, listas, intuitivas, inventivas, resolutivas… y también muy amantes de España y de los españoles. La mayoría son felices teniendo cubiertas sus necesidades básicas. Han seguido a su líder hasta la muerte. No sabemos si por convicción o por miedo, o por una mezcla de estos dos sentimientos. Están agradecidos de disfrutar de una magnífica sanidad pública y de una educación que les permite, a todos por igual, tener una gran formación, no sólo técnica, sino cultural y humana, además de haberles ayudado a interiorizar el sentido y el sentimiento de la SOLIDARIDAD.
Todo lo que he manifestado, obviamente, tiene sus EXCEPCIONES, COMO EN TODO. Pero a mí se me quedó en mi visita a Cuba, el verano de 2011, el concepto y la impresión que he escrito aquí.