En aras de conservar la tradición colona de los Huevos Pintados o Huevos de Pascua, el consistorio carretereño sigue impulsando su celebración, la cual tuvo que trasladarse en esta ocasión a la Casa Grande debido a la lluvia que también nos acompañó durante este Domingo de Resurrección.
La jornada se convirtió en una auténtica actividad intergeneracional, pues muchos padres, madres y familiares se pusieron a pintar a la par de los más pequeños, cuyas edades comprendían de 2 a 12 años aproximadamente.
El Ayuntamiento proporcionó todo el material, desde pinceles, acuarelas, témperas, rotuladores y huevos de plástico, que resulta lo más práctico a la hora de pintar y decorar. Todos los niños y niñas recibieron una bolsa de golosinas por su participación.
También se expusieron en una mesa los huevos representativos que el Ayuntamiento utiliza en las ferias promocionales y otros eventos, así como las típicas bolsas de crochet y canastos.
Tradición centroeuropea
La costumbre de los huevos pintados o de Pascua se cree firmemente que la trajeron los primeros colonos allá por 1767 y 1768 cuando llegaron a nuestras tierras y al resto de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía.
Entre las leyendas que intentan explicar esta celebración que algo tiene que ver con el renacer de la vida en primavera tras el vacío del invierno, algunas hacen mención a la intercesión de la Virgen ante los soldados de Herodes -los sobornó con huevos- para que no cumplieran a rajatabla la orden de matar a los inocentes.
Otras, a que alguien tuvo la idea u ocurrencia un tanto macabra, de colocar huevos bajo Jesús en su crucifixión. Y se tiñeron con su sangre, que vendría a representar el color rojo de la resurrección.
Existían varios métodos para pintar los huevos. Uno de los más arraigados consistía en hervir un trapo, casi siempre rojo, color característico de los huevos de pascua, que con la cocción soltaba ese color rojo en el agua. A continuación se echaba el huevo, el cual al hervir absorbía esa especie de tinte y quedaba perfectamente impregnado.
También hubo otras técnicas como las de usar los polvos de colores que se vendían en las tiendas para pintar las fachadas de las casas, que normalmente se pintaban de blanco y de otro color. Asimismo, se utilizaba el llamado colorín, que no era otra cosa que la ya desaparecida Mercromina, o azafrán.
En cuanto a las bolsitas para portar los huevos, normalmente eran las abuelas quienes las confeccionaban para los nietos y nietas, una labor que ha ido pasando de madres a hijas. Y es que la mujer ha sido el auténtico sostén de esta tradición, pues sobre ella recaía mayormente la elaboración y pintado de los huevos antiguamente.