De hecho, ha sido lo último que nos ha dicho Patricio Ruiz Barbancho, y además en una miniconversación posterior vía ‘whattsapp’, al margen de la formalidad del ‘yo pregunto, usted responde’. Por lo que intuímos que es una frase de las que salen muy de dentro del alma y que si se lee varias veces denota cierta nostalgia ya, a la vez que refleja que su paso por La Colonia ha sido intenso. Si bien diez años pueden parecer pocos en la vida laboral y/o social de una persona, Patricio habla de media vida gastada en Fuente Palmera. Sin duda, ha sido un cura que ha dejado huella aquí, como ya se demostró en su última misa el pasado 31 de julio, que fue más un homenaje a su trayectoria, agasajado por las palabras(y regalos) de agradecimiento y afecto de algunos representantes de la feligresía y de las distintas hermandades. Pasados unos días de esa jornada tan significativa, y con el presumible sosiego que le proporciona este descanso veraniego antes de incorporase a su nuevo destino, Hinojosa del Duque, nos ha respondido amablemente a estas preguntas. Y como generalmente no nos gustan las despedidas, púes titulamos la penúltima entrevista, porque nunca se sabe…
– En primer lugar, y tras varios días después de la última misa en Fuente Palmera y de las muestras de cariño recibidas por la familia de la Parroquia, ¿qué se te queda grabado de ese día tan especial, el 31 de julio de 2015, y que te pareció en general?
Salí a misa sin mirar prácticamente a nadie debido a la emoción de tener que decir adiós a una parroquia y a una gente tan querida para mi. Cuando dije: el Señor esté con vosotros, mire al frente y vi un templo abarrotado de tanta gente que me sentí abrumado ciertamente. Se me venían a la mente miles de historias con ellos, momentos de paso del Señor por sus vidas y la mía, conversiones, clases, campamentos, etc. No puedo explicarte ese momento. Queda en mi corazón. Pero me sentí tan querido que estaba hasta un poco avergonzado viendo el cariño que la gente me tiene, porque creo que yo les he dado mucho menos a la parroquia que ellos a mí. En dos palabras: agradecimiento infinito.
– Diez años dan para mucho, pero ¿qué breve valoración harías de ellos?
Diez años dan para mucho, pero se me han pasado volando. Valoro este tiempo muy positivamente. Soy feliz con lo que el Señor me pide: ser cura. Y cuando llegué a la Colonia, siendo un niño, me venía grande la misión tan complicada. El Señor me ha dado la fuerza en cada momento. A El se lo debo todo. Sólo puedo decirte que valoro estos años como de los mejores de mi vida. Es maravilloso ser cura en una parroquia tan viva.
– Algunas anécdotas que recuerdes por encima de otras…
Anécdotas. Cientos. Mi primer año de cura, con tan sólo 25 años, entró el jefe de la funeraria a la sacristía buscando al sacerdote y yo estaba en la puerta. Cuando salió fuera sin encontrar a nadie me pregunto: niño, ¿y el cura? A lo que le respondí: el cura soy yo. La cara de circunstancia del hombre aquel, aún me arranca una sonrisa.
Otra anécdota menos graciosa fue el traslado de la Patrona para el local que usamos como parroquia provisional, cuando tuvimos que cerrar el templo por riesgo inminente de desplome. No había luz en la parroquia. Así que no podíamos tocar las campanas para avisar a la feligresía de dicha procesión de traslado. Sacamos las andas de la cochera, la Virgen de la casa parroquial y la subimos; como no teníamos para flores le echamos al paso enredadera, y como no había para banda, fuimos rezando el rosario. No había luz como he dicho. Me subí volando al campanario, agarre la campaña del yugo y me puse a voltearla a mano. De repente escuche la campana de la otra torre sonar: era el otro cura, José Carlos. La estampa era graciosa. La gente reía sin parar. Ante las dificultades, imaginación.
– Supongo que también habrá habido sinsabores, ¿se puede decir que la profesión los conlleva?
No hay resurrección sin cruz, ni cielo sin sufrimiento. Siempre, en toda forma de vida, hay sinsabores. Los peores momentos han sido quizá asimilar el abandono de la fe de personas que aparentemente la tenían, sobre todo los más jóvenes, y ver cómo me han malinterpretado palabras o acciones con la mejor de las intenciones y por el bien de la parroquia.
Don Gaspar siempre nos decía en el seminario que el corazón del cura siempre debe ser alegre y sangrante a la vez. Pero me quedo con lo bueno, que ha sido mucho más.
– ¿Qué podemos destacar en el haber de Patricio Ruiz como párroco de Fuente Palmera? Como se suele decir, ¿te vas con el trabajo hecho?
Esa pregunta debería responderla la feligresía y el pueblo. No sabría que decirte. Me han quedado muchas cosas en el tintero, como la reforma de la casa parroquial para hacer salones de catequesis y para Cáritas. Pero he intentado gastarme y desgastarme por este trozo de la viña del Señor.
– La decisión del traslado, ¿cómo te sentó, te lo esperabas este año?
La llamada me llegó dos semanas antes de la publicación de los cambios. A esas alturas, la verdad es que me lo temía, pero esperaba que se pasara de largo este año el cambio. Es como un rayo que te cae y te deja fulminado: dejar atrás tanto y tantas personas es muy difícil. Se desgarra algo dentro de ti. Pero a este Jefe no se le puede esquivar. El Señor sabrá por qué. Prometí obediencia para siempre el día de mi ordenación. ¿Cómo iba a negarme a Dios? Lo cual no quita el dolor. En estas cosas hay que entregarse. Si no, sería un cura de caprichos.
– ¿Qué criterios se tienen en cuenta en esta cuestión desde el Obispado?
¿Te digo la verdad? No tengo ni idea. Supongo que la necesidad que tengan de ti en otra parroquia, el evitar que uno se acomode en la misma parroquia muchos años… Eso se lo tendríamos que preguntar al Obispo y los vicarios. Pero sabemos y confíamos que detrás de ellos, anda Dios. El sabra.
– ¿Sabes algo de tu nuevo destino, Hinojosa del Duque, algo significativo que te vayas a encontrar allí?
Algo me han comentado y algo me voy encontrando ahora que he ido un par de veces, después de tomar posesión. Que es gente acogedora y sencilla, que es una zona muy religiosa de la Diócesis, que tengo más trabajo que tenía en Fuente Palmera al tener dos parroquias prácticamente sólo para mí y un sacerdote muy mayor que está muy disponible. Y que todos me llaman de don y de usted y no me acostumbro ni para atrás. A ver quien se amolda al otro. Porque nunca me lo han dicho y me encuentro a gusto con esa cercanía del tú y de Patricio.
– Después de lo visto y escuchado en tu última misa, parece que dejas el listón muy alto a Carlos?
Carlos es un gran cura. Cercano y trabajador. Ha vivido de primera mano la pastoral de la parroquia, puesto que la hemos llevado a cabo los dos codo con codo durante 3 años y medio, que es el tiempo que lleva él en La Colonia. Entiendo que he sido un rabo de lagartija y no he dejado parar a nadie que haya puesto un pie en la parroquia, pero eso va a seguir igual con él. Desde aquí lo animo a ser como es.
– ¿Cómo queda ahora estructurada la Parroquia de Fuente Palmera?
Queda estructurada de la misma manera que hasta ahora: dos párrocos que forman un equipo denominado «in solidum», donde uno de ellos es el moderador, o sea, el que lleva el peso de la parroquia y la pastoral y el que responde ante el Obispo de esa labor. Carlos Sanz queda como párroco moderador desde el día 12 de julio, cuando yo tomé posesion de Hinojosa, y vendrá otro sacerdote llamado Carlos Jiménez como párroco «in solidum».
– Te despediste con un mensaje muy especial el 31 de julio…
Me despedí con un mensaje a los jóvenes, que hoy reitero: cuidad el Santo Sepulcro cuya procesion se encomendó a vosotros. Mover a los jóvenes hoy no es fácil y una procesión de tal calibre les resulta atractiva. Se portaron ejemplarmente dándonos una lección a todos los adultos. Que sea para ellos. Así se lo dije: os dejo como testamento esta procesión. Apoyadlos todos los parroquianos que les hará mucho bien a ellos y a toda la parroquia en general.