Tras un año en blanco debido a la pandemia, el flamenco de categoría volvía a Ochavillo del Río de la mano de su Peña Flamenca, con la colaboración del Ayuntamiento de la ELA, Diputación de Córdoba, Ayuntamiento de Fuente Palmera y el patrocinio de Utopía Libros.
Alrededor de 300 personas no se quisieron perder la cita, muchas de ellas de distintos puntos de la comarca y de la provincia, así como integrantes de diferentes peñas flamencas, como la propia de Fuente Palmera o la de Posadas.
La presentación corrió a cargo de Laura Caballero, que en primer lugar cedió la palabra al presidente de la Peña, Juan Manuel Moro, y a la alcaldesa de Ochavillo, Aroa Moro, que hablaron de la figura de Manuel Crespillo Soto, Manolete, fallecido a causa del Covid el pasado mes de enero.
Un gran aficionado al flamenco, pero sobre todo buena persona, a la que se le echa mucho de menos en la localidad. Su familia recibió el cartel del XV Festival. También se emitió el vídeo que le hicieron algunos de sus amigos para el homenaje que recibió el pasado mes de agosto en el Día del Emigrante.
Embargada por la emoción y las lágrimas, su hija Susana dio las gracias a todo el pueblo de Ochavillo por el cariño que le tenían, así como al Ayuntamiento y a la Peña Flamenca por sendos reconocimientos. «Mi padre estaría hoy aquí disfrutando del festival, pero seguro que lo estará viendo allá donde esté», señaló.
A continuación comenzó el espectáculo sobre las tablas, abriendo la noche la cantaora madrileña Lela Soto Sordera, acompañada a la guitarra por Antonio Malena y a las palmas por Tate y Cepa Núñez.
Se trata de una de las voces jóvenes con más proyección del panorama flamenco actual. Nació en 1992 en Madrid, y es la heredera más joven del legado de La Casa de Los Sordera. Su padre, Vicente Soto “Sordera”, y su madre, Luisa Heredia, bailaora, le han transmitido desde pequeña la esencia y el amor por el Flamenco. Lela es además sobrina de artistas de la talla de José Mercé, José Soto “Sorderita” o Enrique Soto, por parte de su padre, y de Ray Heredia o Enrique de Melchor, por parte de su madre.
Laura Caballero la calificó como una cantaora con una «sensibilidad especial». Además de sus raíces flamencas ortodoxas, Lela Soto impregna en su música un flamenco más vanguardista, y en su voz también se aprecian influencias del Jazz, Blues, Salsa o R&B.
En segundo lugar actuó el jerezano Ezequiel Benítez, quien conquistó al público desde el primer minuto. Le acompañó a la guitarra el joven portuense, Paco León, y a las palmas, Tate y Cepa Núñez.
Cantaor gitano, Ezequiel Benítez pertenece a una gran familia de artistas, por lo que el flamenco ya lo lleva en la sangre. Con catorce años decide subirse por primera vez a un escenario y desde entonces no ha parado de trabajar en solitario por toda la geografía española y por muchos puntos del mundo.
Posee una capacidad creativa que lo convierte en un gran productor y compositor. De hecho, ha compuesto para artistas como Malú, India Martínez o Radio Makandé. Tras una actuación soberbia que provocó una gran ovación del público, fueron numerosos l@s aficionados que se hicieron fotos con el cantaor jerezano.
Por último llegó el turno de Pedro el Granaíno, que acudía a este Festival por tercera vez, y la guitarra de Patrocinio Hijo. Pedro García Reyes nació en Granada pero con 18 años se traslada a vivir a Sevilla y años más tarde su camino profesional se une a la familia de los Farrucos, los cuales le dan la oportunidad de formar parte de su compañía de baile y de esa manera nos hacen partícipes de conocer su privilegiada garganta.
Su color de voz, temple, fuerza y manera de interpretar los cantes volvieron a deleitar en el que ya está considerado como uno de los festivales de invierno más importantes de la provincia de Córdoba.